EVOLUCIÓN HISTÓRICA
Ensayo sobre una
experiencia personal
UNIVERSIDAD DE
MAYORES REY JUAN CARLOS
Profesor: Dr. Don José
Manuel Azcona
Asignatura: HISTORIA
DE LA ESPAÑA ACTUAL
Curso: 2011/2012
Alumno: Pedro
Taracena Gil
GUERNICA 1937
PABLO PICASSO
“El pecado más
grave es no obedecer a la Iglesia, cuya infalibilidad nos defiende de la
razón”.
Miguel de
Unamuno
PRESENTACIÓN
Para
llevar a cabo este trabajo de investigación con “historia de vida”; comparando el pasado más lejano con el más
próximo, se ha elegido como estructura más adecuada, el ensayo. Basado en una experiencia autobiográfica. La narración se
realizará en primera persona a través de las diferentes edades del protagonista:
la niñez, la pubertad, la adolescencia, la juventud y la madurez. Tratando de
utilizar un lenguaje lo más cercano posible a la toma de conciencia de la
realidad vivida en cada época. Donde sólo se verterán análisis y valoraciones
comparativos, tomando las fechas que el estudio prescribe como puntos de referencia.
El relato absolutamente personal comienza en un pueblo de La Campiña de la provincia de Guadalajara. En una villa de
labradores de no más de 1200 habitantes, tendrá lugar su niñez y pubertad. La
adolescencia y la juventud las vivirá en Madrid. Una vez concluidos sus
estudios de Formación Profesional, aunque presta sus servicios en una empresa de
la capital, el trabajo que debe desempeñar está en provincias; ampliando su
área de observación, de conocimiento, de enriquecimiento en suma. Sin embargo,
se libró del temido destino para cumplir el Servicio Militar en Ceuta y Melilla;
haciendo la instrucción militar en el campamento de Hoyo de Manzanares cerca de
Madrid y el resto del tiempo en el Servicio Militar de Ferrocarriles, en la
estación de Cuatro Vientos de Madrid. Una vez contrae matrimonio le destinan a
Cataluña y allí permanecerá junto a su mujer seis años. De Barcelona y por un
periodo de algunos meses, la empresa le desplaza a varias ciudades de Francia,
aunque es en París donde más tiempo permanece; regresando a Madrid fijando
definitivamente su residencia al final de los años setenta. La memorización y
transcripción de esta “historia de vida”, pretende arrojar suficiente información
como para organizar los eventos en los cuales participa el autor. El texto se
presentará formando unidad en cada una de las etapas de la vida del propio
narrador. Los hechos y consecuencias contenidos en este relato, nos van a
permitir estudiar el proceso de evolución de los españoles de su tiempo; analizando este periodo de nuestra historia
con la mayor objetividad posible, sin pretender emitir un juicio de valor. Solamente
un análisis comparativo de la evolución de la vida rural y doméstica de los
pueblos. La emigración del campo a la ciudad. La preparación de los jóvenes
para el trabajo en la incipiente industria. La Concentración Parcelaria que hizo
progresar la agricultura. Transformación que propició que en los pueblos
aumentara la calidad de vida, de aquellos españoles que no emigraron a la
ciudad o al extranjero.
ESTRUCTURA DEL ENSAYO
- El juego de la estornija y la escuela de don Gabriel
- El guateque y el aula de los castigados
- Mi primer día de trabajo
- La mili tiempo perdido
- Salir de casa por primera vez
- Paris Kaboul Paris 1970
- Nueva vida, ciudad nueva, nueva gente
- Benvingut al notre
president
- Superando el complejo de inferioridad como español
- La España de Bárbara y Alejandro
Epílogo
Fuentes de información
Fuentes de información
1. El juego de la estornija y la escuela de don Gabriel
Aunque este
relato está acotado a partir de los años sesenta, mi experiencia vital y mi uso
de razón arrancan de los años de la Cartilla de Racionamiento y del estraperlo.
Sobre el racionamiento, al estar en un pueblo agrícola y ganadero, recuerdo
vagamente que sólo se daba con el tabaco. Pero la presencia de las
estraperlistas por las casas de los labradores, y sus peripecias con la Guardia
Civil en el tren de regreso a Madrid, sí lo recuerdo con nitidez. También
recuerdo llevar en mi cartera de madera de la escuela, camuflados huevos para mis parientes viajando a
la capital. Y también vienen a mi memoria imágenes cuando se amasaba el pan
blanco en las casas y luego se realizaba la cochura en los hornos de los
panaderos del pueblo.
La vida
de un niño como yo en un pueblo de labradores en aquellos años sesenta del
pasado siglo, transcurría entre la casa de labor, la escuela, la calle y el
campo. Jugaba, aprendía y ayudaba a su familia en pequeños trabajos. Mientras
las faenas del campo marcaban el cultivo y las recolecciones de las diferentes
cosechas; las lecciones, festividades y conmemoraciones establecían la
actividad de los escolares. Asistí a Escuela Nacional de los chicos y chicas pequeños, de seis a diez años
y a la escuela de mayores de diez hasta los catorce años. Nuestras madres nos
llevaban al cumplir la edad sin esperar a comenzar el curso escolar y
abandonábamos la escuela el día que cumplíamos los catorce años. Cuando tenía
vacaciones mi padre me hacía acompañarle en sus faenas en el campo o en la era.
De esta forma aprendía a regar el huerto, escardar, vendimiar, trillar, sacar
patatas, limpiar las cortes de los cochinos y echar de comer a los bichos del
corral. Como nuestros padres eran labradores, su idea era que poco a poco
fuéramos aprendiendo el oficio. Pero a mí nunca me gustó ese trabajo, aunque
otros chicos del pueblo ponían mucho entusiasmo en eso de ser labradores. Yo
sólo me divertía cuando mis amigos y yo íbamos a por almendras montados en una
paciente burra. O cuando íbamos a llevar la comida a padre y aprovechábamos
para bañarnos en alguna acequia, reguera o hasta en el mismo canal de riego.
La
expresión a padre es fácil de
explicar porque los chicos de esta generación fuimos los últimos que llamábamos
a nuestros progenitores, mama y papa sin acento agudo, cuando éramos
niños y al ser un poco mayores, padre y madre. Y también fuimos los primeros
que tratamos en todo momento a los
padres de tu. Y por consiguiente la generación de nuestros padres sería la
última que trataba a sus padres, nuestros abuelos, con el distanciamiento del
usted. El tratamiento elegido estaba en relación con el concepto de respeto
debido a los mayores.
Antes
de ir a la Escuela Nacional, mi madre me llevó a una escuela de párvulos propiciada
por una señorita que de modo particular nos enseñaba el catón. Pero al cumplir
la edad me llevó a la escuela de don Santiago. Recuerdo que era un maestro que
nos enseñaba muchas canciones muy divertidas. Entra las que recuerdo estaba La Tarara sí, la Tarara no. No
obstante, algunos padres no estaban de
acuerdo con su forma de enseñar y hasta hubo algunos que no permitieron que sus
hijos fueran a su clase. Doña Nico, su esposa, se ponía a la salida de la escuela
por la tarde y retenía a los chicos que más retrasados iban y les daba gratis
clase particular. Clases que otros maestros cobraban bajo la denominación de permanencias. Cuando llegué a la edad
adecuada mi madre me llevo a la escuela de don Gabriel, señal inequívoca que ya
era mayor. Con don Gabriel todo era diferente. Entrábamos a su escuela cuando
él se asomaba a la ventana y colocaba una bandera en la reja. Además tenía una
reputación ante nuestros padres de apretar
mucho a los chicos. Y de ser mejor maestro. Mi padre estaba muy satisfecho
porque don Gabriel también había sido maestro suyo. Los dos maestros nos
pegaban, parece ser que era moda en aquella época, porque nuestros padres
también nos pagaban. No obstante, en el caso de mi familia, tanto mi padre como
yo habíamos catado la misma correa, que el maestro pegón denominaba como la morena. Aquella primera enseñanza que
yo recibí era a base de memorizar. Tenían a gala mantener el eslogan de “la
letras con sangre entra”. Parecía que comprender aquello que me había aprendió
de memoria, porque lo habíamos repetido todos los chicos de la sección, apenas
tenía importancia. Recuerdo la definición del verbo: Es
la parte de la oración que expresa existencia estado o acción de los seres.
Por otro lado en Doctrina Cristiana, el catecismo del Padre Jerónimo de
Ripalda, decía que oración es: Levantar
el corazón a Dios y pedirle mercedes. De esta afirmación solamente me
sonaba el nombre de mi tía abuela que así se
llamaba. En mi niñez nunca entendí lo que era un verbo, la oración
gramatical y mucho menos lo que era un ser. Si en aquella época me hubieran
mandado señalar con el dedo dónde se encontraba uno, no hubiera sido capaz. Sin
embargo cuando estudié la lengua francesa, me di cuenta lo precisa que era la
definición del verbo en español, porque en francés la existencia y el estado se
confunden. Otras definiciones como las usuras y los monopolios, también, tardé
mucho en comprender de qué se trataba. Usura
es llevar demasiado interés por aquello que se preste, y monopolio es estancar
una mercancía sin legítimo privilegio. Estas preguntas no correspondían a
economía, sino a los pecados contra el sétimo mandamiento. A propósito del Catecismo de la Doctrina Cristiana de Ripalda
(Siglo XVI), recuerdo y he podido constatarlo porque conservo un ejemplar, que
el idioma utilizado era totalmente arcaico, conservando, por ejemplo, en el
PATER NOSTER la expresión:
“santificado
sea el tu nombre.
Venga a nos el tu Reino”.
Las cuatro reglas sí que las entendí
pero todo aquello que había que aprenderse de memoria o de carrerilla como
nosotros lo llamábamos, era muy difícil de entender. A veces he pensado que
quizás no debería de entenderlo, sólo
saberlo. Volviendo a don Gabriel, maestro de los mayores, los chicos le
encontramos diferente a don Santiago. Éste nos ensañaba otras canciones y nos
obligaba a entrar en la clase en formación falangista o militar, cantando
himnos como el Cara al Sol, Prietas las filas u otros cánticos
similares. En aquellos años yo fui uno de los chicos que aún se benefició de la
leche en polvo por las mañanas y el queso o mantequilla por las tardes. Siempre
nos dijeron que aquellas latas doradas y aquel gran cubo de cartón los habían traído
los americanos. Al margen de las materias contenidas en la enciclopedia de
diferentes grados, el curso escolar giraba alrededor del calendario de fiestas
y conmemoraciones:
1º
de octubre: Día del Caudillo. Exaltación de Francisco Franco a la Jefatura del
Estado.
12
de octubre: Fiesta de la Raza, Día de la Hispanidad, Descubrimiento de América,
Fiesta de la Virgen del Pilar.
28
de octubre. Fundación de Falange Española por José Antonio Primo de Rivera,
Discurso del Teatro de la Comedia.
20
de noviembre: Muerte de José Antonio Primo de Rivera.
27
de noviembre: Día del Maestro, San José de Calasanz.
8
de diciembre: Inmaculada Concepción de la Virgen María, Día de la Madre. En la
escuela se nos decía que teníamos tres madres: la madre patria, la madre que nos dio el ser y
la madre del cielo.
28
de enero. Santo Tomás de Aquino.
9
de febrero: Matías Montero, Día del Estudiante Caído.
Jueves
Lardero: jueves anterior al Miércoles de Ceniza. Por la tarde no había escuela
y los chicos acompañados de los maestros íbamos al campo a “correr el chorizo”.
Miércoles
de ceniza: Final de las Carnestolendas, Carnaval. Por la mañana íbamos a la
iglesia para la imposición de la ceniza en la frente en forma de cruz.
Mientras, el cura nos decía en latín: “Acuérdate que eres polvo y al polvo
volverás”. La ceniza utilizada se obtenía de la quema de las ramas de olivo del
Domingo de Ramos anterior.
18
de marzo, en aquella época se celebraba la festividad de San Gabriel Arcángel.
Doña Teodora, esposa del maestro, ayudada de otras mujeres, ofrecía a sus
alumnos confites y bollos hechos por ella misma. Y quiero recordar que nos
ofrecía también una copita de moscatel.
1º de abril: Día de la Victoria.
23
de abril: Día del Libro, Siglo de Oro.
2
de mayo: Guerra de la Independencia.
Mes
de mayo: Mes de las Flores a María. Todas las tardes desgranábamos cantando las
avemarías hasta completar los cinco misterios del Santo Rosario.
Dos
fiestas, a veces, se compartían con el noviciado que los salesianos tenían en
el siguiente pueblo.
31
de enero: San Juan Bosco y el 24 de mayo: María Auxiliadora.
El
curso se daba por concluido el día 21 de junio, festividad de San Luis Gonzaga.
Debido a su tamaño, eran los propios chicos los que conducían la imagen en
procesión por las calles del pueblo. La clausura escolar coincidía cada año con
la llegada de los segadores que venían para segar la mies ya granada para la
trilla y recolección. Los chicos se incorporaban a las faenas del campo para
ayudar a sus padres. En general como trilladores ayudando a los labradores en
las eras que rodeaban el pueblo. Aunque a mí personalmente, como he avanzado
más arriba, no me hacía mucha gracia estar en las eras, siempre encontraba el
aspecto divertido de montar en el trillo, sobre todo si coincidía con otros
chicos de mi edad. Coincidiendo con la época estival aparecían en el pueblo
unos personajes, que se repetían todos los años como la visita de las cigüeñas.
Se trataba de los veraneantes. Éstos
se convertían en el nexo con el otro mundo, el de la capital. Aunque sólo
mantenían relación con gente de cierto nivel. Algunos paletos del pueblo
tampoco nos sentíamos cómodos con los
arrogantes madrileños. Pero a mí me servían para conocer la vida de la capital.
Su ropa, sus manos, su piel y su rostro, delataban que no habían estado
expuestos a las inclemencias del tiempo. Y eso me gustaba.
Como
los demás chicos del pueblo, siempre que habíamos terminado las tareas de la
escuela, o bien las tareas que nos imponían en la casa, salíamos a la calle a
jugar. Aunque también jugábamos en los corrales, pajares o graneros, cuando
hacía mal tiempo. La Plaza, el Juego de Pelota y La Casilla, eran los lugares
preferidos para el juego. Éste se imponía según una espontánea moda rotativa:
La estornija hecha de un palo con dos puntas en los extremos, y con una pala
sacada de una tabla para hacerla saltar y lanzarla al aire. El aro extraído de
la base de un cubo de cinc y conducido por una guía de alambre hecha a la
medida de su anchura. El peligro estaba cuando pisabas el aro y se te clavaba en la espinilla. El
peón con su calzadera servía para hacerle bufar y mantenerle en la mano el
mayor tiempo posible sin que se cayera. El futbol era un juego común, aunque he
de confesar que a mí nunca me gustó. Además de los juegos que nos congregaban
en las calles, en primavera nos gustaba localizar nidos de pájaros e incluso
con un tirador o tirachinas confeccionado por nosotros mismos, matar pájaros.
Una afición que a mí me gustaba mucho y que compartía con otro chico del pueblo
era hacer imágenes de barro. Llegamos a modelar en barro toda la plantilla de
santos y vírgenes que se veneraban en la iglesia parroquial del pueblo. En una
especie de desván allí instalé mi particular ermita. Sin duda que en las
procesiones trataba de traerme todos los detalles de las imágenes que bajaban
de su nicho para su festividad. El calendario de fiestas era muy nutrido y los
chicos estábamos presentes en todos los
eventos como algo normal. Asistíamos a los bautizos de nuestros hermanos o
primos, y nos preparábamos para la primera comunión. Se nos decía que era el
día más grande de nuestra vida. Pero desistí de llegar a entenderlo como el
verbo y la oración. Sin embargo, las historias de la doctrina cristina, sí las
iba asimilando como verosímiles y evidentes. Ejemplo de ello los relatos
atroces que cuenta la Historia Sagrada: Cuando Caín mata a su hermano Abel. El
relato que narra cuando Dios manda a Abraham sacrificar a su hijo Isaac, como
prueba de su fidelidad. La muerte del hijo del faraón y otros acontecimientos
bíblicos que asumíamos sin que nadie nos diera explicación.
Como
consecuencia de que la confesión hace acto de presencia entre los chicos que
íbamos a tomar la primera comunión, se instala en nosotros la conciencia del
pecado. Hacer cosas feas, en alusión velada a la masturbación, toma cuerpo en
la pandilla de la misma edad. Éramos testigos de un sinfín de novedades que
nadie nos explicaba. Se hacían novios, se casaban y la mujer engordaba y
después nacía un niño. Todo esto sucedía en nuestra propia casa. A veces
escuchábamos conversaciones que luego comentábamos con los amigos, y sacábamos
nuestras propias conclusiones. Todas ellas disparatadas. Una vez descubierto el
pecado, había dos tipos: venial o de menor importancia y mortal que era
merecedor del infierno. De los diez mandamientos del que más pecábamos era del
sexto. Cometer actos impuros. En mi caso particular la confesión más que
tranquilizar mi conciencia me la dejaba más alborotada. Más tarde me
diagnosticaron como conciencia escrupulosa, que era lo contrario de conciencia
lasa. Aún recuerdo una anécdota que me sucedió en aquellas penitencias. Nos
confesábamos a través de la celosía del confesionario, los chicos por una
ventanilla y las chicas por la otra, permaneciendo cerrada la que no se usaba.
Pero en la penumbra de la iglesia, el cura me confundió con una chica y lejos
de delatar el error del confesor seguí contestando lo que me parecía. Ese día
salí del confesionario convencido de mi condenación. Nos preparaban para ese
día tan feliz aprendiendo el catecismo de memoria. El día de la Ascensión del
Señor tomábamos la primera comunión; guardando ayuno desde la media noche del
día anterior. Como la liturgia se celebraba en latín, aunque muchos chicos
habíamos sido monaguillos y sabíamos la misa en latín, era imposible encontrar,
por mucho que buscara, la felicidad anunciada. Después de la Ascensión, que
siempre caía en jueves, nos hacían repetir la liturgia el día del Corpus
Cristi, que también era otro jueves. Y que con el jueves de la Semana Santa,
nos enseñaron que: Tres días hay en el
año que brillan más que el Sol, Jueves Santo, Corpus Cristi y el día de la
Ascensión.
Otra de
las diversiones era el cine. Un cine que se convertía después en baile. Las señoritas
de la Acción Católica, comentaban delante de la cartelera si era o no tolerada
para los menores. Cuando la calificación era 3r ya podía despedirme de la tarde
de cine. Aunque yo me hacía el remolón delante de la rudimentaria entrada, y recuerdo
que era mi propio padrino quien me colaba bajo su pelliza ante la cómplice mirada del portero.
En
aquellos años de mi niñez rural y pueblerina, la información del panorama de la
actualidad en España y en el mundo, llegaba a través de la radio y los periódicos:
Ya, ABC, Arriba, El Alcázar y El Caso. Aunque a esta distancia en el tiempo,
soy incapaz de asegurar si era el ABC o el Ya, el diario que recibía mi
familia. Por radio se escuchaba el parte,
noticiario que comenzó a emitirse como noticiario de guerra en 1938. A las dos
y media de la tarde cuando todo el mundo estaba comiendo, y a las diez de la
noche cuando el pueblo estaba cenando. Para los chicos había un programa de cuentos infantiles, para los hombres el
futbol y para las mujeres novelas por capítulos; algunas alcanzaron gran
renombre: La segunda esposa, Una sombra
entre los dos, Vuelve el Zamarrilla y
Ama Rosa. Todas ellas interpretadas por actores que dominaban el verbo,
llenando de realismo la audición. Es importante resaltar los consultorios de Marta Regina y Elena Francis. Estos
espacios cumplían una misión pedagógica de adoctrinamiento, tanto en el
contenido del espacio como en la respuesta a las consultas formuladas. Todas
las soluciones a los problemas planteados obedecían a los cánones de la
doctrina católica; situando a la mujer en el lugar que debía ocupar en la familia
y en sociedad.
Las
relaciones con las chicas eran inexistentes. En la escuela estábamos en clases separadas y los recreos no coincidían
en el tiempo. En las fiestas del pueblo que tenían lugar del 14 al 19 de
septiembre, solíamos ir en pareja formada por dos chicos para sacar a bailar a las chicas
que a su vez iban bailando también en pareja. Al finalizar la pieza, las chicas
volvían a encontrarse y los chicos también. Cuando se bailaba en la plaza, las
parejas giraban alrededor de la farola y la pista estaba vigilada por todo el
pueblo que deba fe de lo que allí estaba sucediendo. A las chicas mayores ya
les permitían que bailara más de una pieza seguida con el mismo chico. Era el
comienzo del noviazgo. Pero a mí me faltaba mucho tiempo. Yo saqué a bailar a
la primera chica en el día de San Isidro, después de venir de la romería del
santo patrón de los labradores. Sentí la satisfacción de haber hecho algo que
correspondía a un chico de mi edad. Esa noche dormí feliz.
2. El guateque y el aula de los castigados
A los
tres meses de haber cumplido los catorce años, mi padre decidió que las tierras
que él cultivaba, no serían suficientes para dar de comer a sus dos hijos.
Siendo yo el mayor, decidió llevarme a Madrid para que me buscara el prevenir.
Mi padre había vivido en la capital desde que tenía mi misma edad y después de
haber ido voluntario a la Guerra Civil, y haber sufrido un exilio en Francia,
volvió a Madrid donde había dejado a su novia, la que habría de ser mi madre.
Pero la marcha de uno de sus hermanos a la División azul y la obligación de
hacer la mili otro de sus hermanos, que había cumplido con el servicio militar
en el bando de la República, le obligó a volver al pueblo para hacerse cargo de
la explotación familiar de la agricultura. Su madre tenía dos hijos de un
segundo matrimonio pero eran muy pequeños. En Madrid mi padre había trabajado
en una carnicería- salchichería y en ese gremio buscó un lugar para mí. Al fin
encontró a un compañero de trabajo que me aceptó en su tienda. Al día siguiente
acudí al trabajo con una chaquetilla blanca que mi padre había conservado de
cuando era carnicero. Lo primero que me sorprendió fue la carne congelada
envuelta en mallas blancas procedente de Argentina. Para efectuar los cortes se
usaba una sierra y para deshuesar las diferentes piezas buril, cortafríos y un
martillo. Otros primos de mi madre me acogieron en su casa y por las tardes
comencé a prepararme para el acceso a una institución de la Obra Sindical que
me enseñarían un oficio y me darían la comida gratis. Aprobé el acceso y tenía
ante mí un ciclo de formación de cinco años hasta obtener una preparación para
desarrollar un trabajo especializado.
De la
noche a la mañana pasé del campo a la ciudad y entré de lleno en mi
adolescencia. Comencé unos estudios de formación profesional de alto
rendimiento. Cinco cursos con posibilidad de hacer otros tres más en régimen
nocturno, me situaban en el trampolín para acceder al mundo industrial. Más
tarde supe que se trataba de un diseño de formación importado de Alemania. Mi
vida en Madrid se desarrollaba gran parte en este centro medio pensionista, de
lunes a sábado. Los domingos eran los
únicos días para ir ambientándome en el ocio de la gran capital.
A mi
llegada a esta institución todo era nuevo para mí. Era la primera vez que
escuché hablar del aula, en el pueblo era la escuela o bien la clase. Algo se
repetía como en el pueblo. Todos los días formados en el patio central
cantábamos el Cara al Sol y rezábamos dos veces al día. En el izado de bandera
por las mañanas y en las buenas tardes
al finalizar la jornada. El acto de la mañana lo presidía el director del
centro (seglar), el Jefe de Disciplina (salesiano) y el responsable de las
actividades de Formación del Espíritu Nacional. Además este señor era como el
jefe del hogar de la Organización Juvenil Española (OJE). En lugar de don
Gabriel, había un profesor por cada asignatura y muchos maestros de taller para
cada rama de la industria. Los profesores de ciencias y tecnología eran
militares de elevada graduación. Las materias de humanidades y religión las
impartían curas de la congregación salesiana. Los mismos religiosos que
disponían del noviciado cerca del pueblo. Los curas se ocupaban de la
disciplina. Otro grupo de profesores impartían un grupo de asignaturas que tenían
que ver con Formación del Espíritu Nacional, Capacitación Sindical, Legislación
Laboral y Educación Física. La institución tenía un rector que era el superior
de los salesianos y un director del campus. Era un centro con un grado de
disciplina muy severo. Yo visité muchas veces el aula de los castigados al
final del día por hablar en clase o en filas, cuando había que guardar silencio
monacal. El control de salidas y de entradas era rígido. Ante faltas sin
justificar el padre o tutor debía comparecer ante el jefe de disciplina del
curso correspondiente. Cuando se acumulaban varias faltas o apariciones en el
aula de los castigados la conducta mensual podía ser: regular, deficiente, mala
o muy mala; pudiendo llegar a la proposición de expulsión. Estas conductas se
traducían en uno, dos, tres o cuatro domingos por la tarde en el aula de los
castigados. Según la gravedad de la conducta observada. Aunque yo
frecuenté no pocas veces la clase de los
castigados los días de clase, sólo asistí a este aula de los domingos, cuando
el castigo era compartido por toda la clase.
La
disciplina no terminaba en el centro, sino que se proyectaba los domingos con
la obligatoriedad de justificar que habías ido a misa. Los curas habían distribuido por todo Madrid y alrededores una
serie de iglesias, donde habían nombrado un alumno que viviera en ese barrio
para que a la hora establecida, recogiera las cartillas para que se las
devolvieran el lunes con el sello correspondiente, justificante de haber cumplido con el
precepto. La ausencia de justificación era motivo de castigo reflejado en la
conducta mensual. En vacaciones de Navidad y Semana Santa, debíamos de llevar
justificante del párroco del pueblo.
Quizás
es el momento de declarar abiertamente que yo abracé la religión que me
predicaron y que fui un convencido de aquella ideología; justificando toda
disciplina que era por mi bien y para la salvación de mi alma. Mi
identificación con aquella forma de vida me hizo ingresar en una pequeña acción
católica denominada compañías interna
de la institución, donde militábamos para ser levadura que fermentara la masa del resto de los alumnos. Sacaba buenas notas en
religión, había estudiado muy bien la materia pero, además, me lo había creído.
Asistí a ejercicios espirituales cerrados y acudía a todos los retiros que me
convocaban. También acudía a las charlas cuaresmales donde se predicaba sobre
los novísimos y postrimerías del hombre: muerte, juicio, infierno y gloria. Llegando
a dar un buen disgusto a mis padres porque quería ingresar en el noviciado de
los salesianos en el siguiente curso.
Aquel
chico venido hacía dos años del pueblo había sido dócil a las exigencias
religiosas del momento, y luchaba entre el sentir y consentir de la sexualidad
de una adolescente. Comencé a salir con chicas en pandilla y a frecuentar
centros parroquiales donde encontraba otros jóvenes afines. Frecuentaba los
guateques de la época que luego exportaba al pueblo, donde de alguna manera aún
podíamos decir los que veníamos de la ciudad, algo nuevo a los del pueblo. No
renuncié a vivir los comienzos del pop
español, ni a organizar guateques en mi casa tan pronto como mis padres
doblaban la esquina. Y no pocos domingos hemos ido a la puerta del aula de los
castigados, porque nuestros amigos estaban sufriendo el castigo
correspondiente. Una vez liberados cargados con el tocadiscos y los discos
asaltábamos cualquier casa donde los padres estuvieran ausentes.
Fui
sacando mis cursos sin problemas y mi compromiso con la fe católica iba
creciendo. Con la ansiedad de saber si mi vida estaba en el mundo seglar o en
la vida religiosa. Me había integrado en el marco referencial de mis profesores
y directores espirituales. Con el miedo a cuestionarme los dogmas de la fe que
podían entrar en conflicto con mi razón. Algunos extremos merece la pena
aportar para mejor comprender las circunstancias de los últimos años de mi
formación: Juan XXIII inaugura el concilio Vaticano II, Blas Piñar para
potenciar la presencia del seglar en la Iglesia, dirige unas charlas
cuaresmales en el Palacio de Deportes de Madrid, y yo en un arrebato de
misticismo, suplico a un primo mío salesiano que me autorice al rezo del
breviario. Había llegado muy lejos en mi presunta vocación religiosa. Me volqué
en la cultura como compromiso para no perder el tiempo. Conocía todo el teatro
que se representaba en Madrid, acudía a los cine-clubs y leía a todos los
autores que me podían complicar la vida: Miguel de Unamuno, Giovanni Papini,
Gregorio Marañón, Teatro griego y las obras de Shakespeare. Los documentos que
iban aprobando el sínodo de los obispos en Roma, me marcaban el lugar del
seglar en el mundo actual. Y por primera vez iba descubriendo la dinámica de la
Iglesia y el Estado en la España de los años sesenta. Prescindiendo de
cualquier valoración de aquellas circunstancias mías, lo que sí deseo hacer es
un esfuerzo de aproximación a la evolución de mi perfil. Sería el de un joven
católico convencido que huye de toda beatería, que es crítico con la jerarquía
y que su fe contempla una respuesta social y de compromiso con el más débil.
Pero que de entrada rechaza toda invitación a los movimientos comunistas y a comulgar
con las tesis de los curas obreros. No obstante este joven evolucionó en este
terreno. Comenzó por leer Los nuevos
curas del francés Michel de Saint Pierre, y llegó hasta Los curas comunistas del español José Luis Martín Vigil. No exento
de conflictos de conciencia entre la obediencia al magisterio autentico de la
Iglesia y la crítica, emanada de la razón humana. En aquellos años mi inquietud
en todos los campos, no tenía límite. Contacté con confesiones religiosas
protestantes. Conviví con los incipientes kikos de Kiko Arguello. Y descubrí el
movimiento de cristianos por el
socialismo. Este movimiento me hizo contrastar mi época pía, cuando casi
levitaba, con mis descubrimientos sociales y políticos. Todos estos
acontecimientos estaban tejiendo a nivel mundial lo que más tarde se
denominaría como la Teología de la Liberación. Auténtica respuesta cristiana a
favor del objeto de las Bienaventuranzas.
Terminé
mis estudios de formación profesional felizmente y aún continué dos años más en
régimen nocturno. A los pocos meses de haber concluido la formación, fue
contratado, después de un periodo de pruebas, en una multinacional del
automóvil.
3. Mi primer día de trabajo
Las
circunstancias habían cambiado y el ambiente de los compañeros era distinto.
Fui el primer técnico en aquel gran taller llegado de una escuela. Los que
tenían mi misma edad, habían estado aprendiendo
el oficio desde hacía cuatro años. Me ganaban en destrezas, aunque yo les
adelantara en conocimientos técnicos y teóricos. La primera bofetada me la
dieron precisamente por eso, porque yo no conseguía hacer los trabajos en los
tiempos establecidos, y me bajaron de categoría. Me costó llorar y renegar de
haber perdido el tiempo en la escuela, pues ahora los conocimientos adquiridos
no me servían de nada. Hubo de pasar algún tiempo hasta que fui recuperando la
confianza en mi formación. Fue un oficial de carácter y de trato nada agradables,
quien discretamente me preguntó que le explicara cómo se formaba la chispa que
permitía la combustión interna del motor de explosión y porqué se producía la
creación de corriente continua en una dinamo. Mi respuesta le abrió todo un
mundo de conocimiento de los fenómenos con los cuales trabajaba a diario y su
aptitud hacia mí cambió diametralmente. El mundo laboral en el cual me sumergí
estaba integrado por gente que había aprendido su oficio sin formación
profesional. Habían llegado a técnicos por imitación de modelos o por el
sistema, si se puede considerar como tal, del ensayo-error. Los oficiales y
maestros también lo habían aprendido así.
La
verdad era que no me sentía cómodo con ese ambiente y trataba de seguir
estudiando por las noches. Me aferraba a la cultura, sobre todo la lectura y el
teatro. Encontré dos o tres compañeros que habían estudiado bachiller y
trabajaban en las oficinas. El área de administración y el taller guardaban
unas distancias entre sí, y la estructura laboral marcaba unas diferencias, que
más tarde descubriría como claramente discriminatorias. Los trabajadores de los
talleres cobraban los jornales cada
dos semanas y se denominaban obreros.
Sin embargo, los administrativos cobraban su sueldo el último día del mes y se denominaban empleados. Estas sutilezas
semánticas tenían repercusión en la vida laboral. Si éstos faltaban un día, no
le descontaban nada, porque su trabajo no era productivo. Pero si el trabajador
del taller, dejaba de trabajar un día, al perder la productividad, le
descontaban las horas o las jornadas. La palabra jornalero viene de jornada,
unidad de trabajo y de pago. Al llegar el mes de junio, los empleados tenían
jornada intensiva, es decir, su convenio era distinto del otro que acogía a los
obreros, y disponía que su jornada concluyera a la tres de la tarde. El horario
de verano se prolongaba hasta septiembre. Mientras los talleres seguían
trabajando la jornada completa. Esta clara discriminación que permitía que dos
convenios aplicados a una misma plantilla de trabajadores de la misma empresa,
no se había improvisado ni tampoco era fruto de la inercia o la costumbre. Su
fundamento había que encontrarlo en las consecuencias de la Guerra Civil. A los
pocos años me pasaron al área de los técnicos de organización, que se guiaban
por el mismo convenio que los administrativos. La vestimenta también cambió. El
mono azul por la bata blanca.
Entonces,
un compañero de departamento mucho mayor que yo me explicó que, una vez acabada
la contienda, los administrativos y burócratas se les identificó como
partidarios del bando nacional, más próximos al mundo empresarial; obteniendo
casi por defecto la confianza del capital. Por otra parte los trabajadores
manuales que integraban las masas obreras, estaban identificados como
partidarios de la República y de la lucha obrera como pertenecientes al bando
rojo. Este disparate se resolvió en esta empresa, cuando implantó en sus nuevas
instalaciones un comedor laboral, y la jornada era continuada, interrumpida
sólo por tres cuartos de hora para comer. Al llegar junio se vio de forma más
palpable la discriminación. Y como el régimen del momento no entendía de estas
exquisiteces, fue la propia empresa quien unificó el horario y otros aspectos,
convocando un referéndum. Como los trabajadores de los talleres eran mayoría,
esta coartada la utilizó la empresa para quitar de un plumazo tales
privilegios. Esta experiencia personal es difícil de fundamentar con base
jurídica porque la justicia social en la España de la dictadura, tenía sus lagunas.
Como
consecuencia de mi incorporación a la vida laboral, quizás, sea éste el momento
de plasmar aquí la evolución de mi férrea vocación religiosa. Tan pronto como
tuve la primera oportunidad, me sometí a la prueba de fuego para probar mi presunta
vocación contemplativa. Y en una excursión que hice al monasterio de Santa
María de Huerta, solicité al prior participar en la vida monacal, para despejar
de una vez para siempre dónde estaba mi vida futura. Sin concluir el mes
establecido, descubrí que la educación que yo había asumido, me había llegado
demasiado lejos. Y en ese momento comencé un largo camino hacia una deseducación que me haría ser yo mismo. En esta época se
clausuró el concilio ecuménico Vaticano II. Fue soñado y puesto en marcha por
el papa Juan XXIII, ante no pocas resistencias por parte del colegio
cardenalicio. El papa bueno como se
le llamaba, trató de que en el seno de la Iglesia tuviera lugar el aggiornamento. Es decir una especie de
puesta al día. Ya había lanzado dos encíclicas con gran repercusión en el
mundo: la Mater et Magistra y la Pacem in Terris. A la muerte de Juan XXIII,
accedió al solio pontificio, el Cardenal Montini, bajo el nombre de Paulo VI
(Pablo VI), que continuó con el concilio hasta su clausura. Este papa también
escribió varias encíclicas, una de ellas de
carácter social, la Populorum Progressio, y la Ecclesiam Suam, sobre el
diálogo. Estas circunstancias hicieron que buscara respuesta a mi inquietud
religiosa, en la cuestión social. En los últimos cursos de mis estudios, ya
había profundizado en la Doctrina Social de la Iglesia. Y me estudié las
encíclicas de los papas que habían sentado magisterio auténtico en lo social,
sobre todo con la Rerum Novarum de León XIII. Pero lo que verdaderamente me
abrió los ojos fue el documento Gaudium et Spes, célebre esquema XIII del concilio
Vaticano II. Cuanto más avanzaba en el contenido de la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, más
constataba que la realidad española, no era el ideal que me habían predicado.
La justicia social y la libertad religiosa entraban en conflicto con la
estructura política de España. Agravado
porque el Estado estaba cimentado sobre un concordato que le daba el carácter
de confesional. Es evidente que como yo, había infinidad de clérigos y seglares
que, comenzábamos a militar en estas cuestiones con más o menos radicalización.
Para mí la dogmática iba cediendo terreno a las exigencias sociales. Aunque la
obediencia debida a los obispos aún tenía mucha fuerza, la pastoral iba por
otros derroteros.
Para mejor comprender
este panorama post-conciliar es imprescindible avanzar en la estructura
Iglesia-Estado que entonces existía, y la alianza trono–altar que marcaba la
vida española. La añoranza monárquica de Franco le llevo a mantener la
dictadura bajo la forma de un reino.
Aunque no había monarca el caudillo
creó el Consejo del Reino. Hasta tal punto que fue este consejo quien se hizo
cargo de la sede vacante en la Jefatura del Estado, a la muerte del dictador
como Consejo de Regencia. Dicho
Consejo estaba integrado, por el presidente de las Cortes y del Consejo del
Reino, señor Fernández-Miranda; el prelado de mayor jerarquía y antigüedad
consejero del Reino, monseñor Cantero Cuadrado, y el teniente general en activo
y de mayor antigüedad de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, que en aquella
época era el teniente general Salas Larrazábal. La Iglesia estaba
también presente en Las Cortes, a través de tres obispos nombrados como
procuradores. Que Franco se atribuía como designación directa. El Concordato
con la Santa Sede de 1953, establecía que los obispos debían de ser nombrados
por Franco, mediante una terna que se enviaba a Roma para que la curia romana
eligiera uno. Y en el caso de los cardenales una vez creados por el Papa, el
birrete cardenalicio se lo imponía Franco en sede nacional. Los curas estaba
exentos de cumplir con la mili obligatoria. En infinidad de casos el Derecho
Canónico era Ley Civil. Por ejemplo en un caso que yo conocí, un cura que
deseaba reconocer a un hijo natural y no pudo porque en su DNI ponía profesión
sacerdote y un célibe no podía tener hijos. Y sin prologar más estos
anacronismos, por último, cualquier párroco podía extender certificado de buena
conducta. Todas estas situaciones entraron en ebullición en mi cabeza y aunque
estuvo a punto de explotar en no pocas ocasiones, al final iba asimilando todas
las realidades que debían de pasar por el aggiornamento
predicado por el concilio.
En
otras partes del mundo estaban pasando acontecimientos que me inquietaban y
desde luego me hacían buscar e indagar: La rebeldía de la católica Bernardette
Devlin en Irlanda del Norte. La guerra de Vietnam. La Revolución de los Claveles
de Portugal y el golpe de estado que derrocó a Salvador Allende en Chile. Todos
ellos eran eventos que no me dejaban impasible. Militaba en una parroquia
regentada por frailes agustinos y poco a poco fui asimilando otras posturas más
comprometidas. Participé en liturgias con los miembros del incipiente camino
neocatecumenal, totalmente espiritualista y ajeno al compromiso social;
conociendo a su fundador Kiko Arguello y
comulgando con su misticismo. Sin
dejar de buscar tropecé con bautistas protestantes, que me servían para
encontrar el eslabón que la Reforma de Lutero, provocó en la contrarreforma
española. Traté de conocer y leer a
teólogos que estaban empeñados en una lucha que yo cada vez más iba asumiendo
como propia. Al final conocí a varios curas obreros, que por cierto, uno de
ellos hizo un paréntesis en su trabajo de limpieza para predicar en mi boda. En
los últimos años de la dictadura, con mi bagaje educacional, era muy difícil
moverse de forma comprometida. Una dictadura que justificaba una guerra, que a
su vez había derrocado a una República legítima, y todo ello con implicación
necesaria y directa de la Iglesia. Además el caudillo de España, que lo era por la Gracia de Dios, entraba bajo
palio en las catedrales, donde obispos y cardenales tomaban parte del séquito,
junto a los burgueses, caciques y generales. Todo ello me envolvió en un
laberinto me que llenaba de inquietud y zozobra. Pero también estaba
descubriendo otros aspectos que en España apenas si tenían nombre. La libertad,
la conciencia de clase, la justicia social, la explotación; atisbando una nueva
teología. Una nueva sociedad. En el aspecto social el camino estaba marcado, y
en el sexual que era un tema tabú, también descubrí la divergencia que había
entre la rigidez escolástica y el humanismo cristiano.
Es
preciso constatar que España estaba declarada por los obispos como tierra de misión. Éramos una minoría los
que practicábamos el catolicismo; arrogándonos a modo de justificación aquella
frase evangélica de: muchos son los
llamados y pocos los escogidos. No obstante, esa minoría se iba escorando
hacia posturas más comprometidas con la cuestión social, e íbamos soltando
lastre sobre la dogmática y la obediencia a la jerarquía. El Catecismo de Adultos publicado por los
obispos holandeses, supuso para aquellos que perseguíamos avanzar, un auténtico
balón de oxígeno. Con los curas de la institución que me había formado, tan
sólo mantenía contacto cuando era convocado por la asociación de antiguos
alumnos. Concentré mi punto de encuentro sobre mis inquietudes sociales y
religiosas en el barrio, donde encontré nuevos amigos y amigas.
4. La mili tiempo perdido
El
Servicio Militar obligatorio marcaba un hito en la vida de todo español. Había
tres opciones para cumplir con este ineludible paréntesis: Presentarse
voluntario antes del sorteo, si se era estudiante, hacer las Milicias
Universitarias durante los veranos, o una vez realizado el sorteo, presentarse
en el destino que le había correspondido. Los voluntarios elegían cuerpo y destino
y su duración era más prolongada. En mi caso al cumplir los 21 años interrumpí
mi actividad laboral y permanecí durante tres meses en un campamento, haciendo
el periodo de instrucción hasta la jura de bandera. Siempre renuncié a contar
batallitas de la mili, una vez concluida. Fue una experiencia estéril,
decepcionante y me hizo tomar conciencia de que estaba sufriendo un régimen
militarista y dictatorial.
Venía
de la inocente e ingenua vida en el pueblo. Más tarde superé el choque a mi
llegada a la ciudad. Después tuve que adaptarme de la vida escolar a la vida
laboral. Pero mi desembarco en el
ejército fue brutal. Me afectó mucho más psicológicamente que por la dureza física.
Salvo los oficiales venidos de la Academia Militar, el resto disponían de muy
bajo nivel cultural. Allí predominaba el imperio de lo absurdo. Fui elevado a
la dignidad de cabo 2ª y esto me
obligaba a prestar servicios de cabo de guardia en el pabellón de presos
enfermos dentro del hospital militar. Los motivos por los cuales estaban
cumpliendo privación de libertad, chocaban con mi sentido humano y cristiano de
la vida. Una monja que la denominaban sor
metralla y el estamento militar formaban un tándem difícil de digerir. Imposible
de asimilar el divorcio que había entre la sociedad civil y la militar.
Mientras permanecía prestando mi servicio militar, se publicó la Ley de
Libertad Religiosa, como gesto para homologar la situación española a las
renovaciones establecidas en el concilio Vaticano II. Sólo fue un maquillaje.
El Estado español era una dictadura militar confesional, difícil de que esta
ley pudiera homologarse con las pretensiones conciliares. La ley llegó
publicada al cuartel en el Diario Oficial y me permití no solamente leerla,
sino ponerla en práctica. Los sábados el páter,
capellán teniente castrense del acuartelamiento, daba una charla religiosa en el salón de actos. Permitía que le
dejáramos preguntas sobre la mesa, que más tarde contestaba. Confieso que mis
preguntas le tenían ya muy harto, aunque cuando me tocaba guardia los domingos,
le ayudaba como monaguillo en la celebración de la misa, y nuestras relaciones
eran muy cordiales. También colaboré en la campaña de alfabetización, dando
clase por las tardes. Pero un sábado decidí no asistir a la conferencia
religiosa. Tan pronto me echó de menos y me localizó me interpeló: Cabo ¿por
qué no has ido a la charla? Y yo le argumenté que la ley de libertad religiosa,
sólo me obligaba a los actos religiosos que tomaran parte de un acto militar.
El páter no dudó en enviarme al sargento para que me arrestara en mi compañía
ese fin de semana. El sargento no salía de su asombro pero era un superior y
debía cumplir la orden de arresto. En el fondo esta anécdota me afianzaba en el
esperpento que me estaba tocando vivir. Y al día siguiente, como otros
domingos, ayudé al páter a celebrar la misa, como dos buenos amigos.
Abundando
en el disparate llamado mili, el absurdo llegaba a límites crueles. Los
miembros de la comunidad Testigos de Jehová, entre sus exigencias ante el
servicio militar obligatorio, estaba la prohibición de vestir el uniforme militar
y tomar las armas. España entonces no contemplaba en sus ordenanzas militares
la objeción de conciencia. La actitud de estos jóvenes con su negativa, les
conducía a un círculo viciado y perverso. Ante el rechazo de cambiar su ropa
por el uniforme militar, se convertían en reos de no sé cuántos delitos de
rebeldía militar, y cuando estos delitos
quedaban saldados, como permanecían en sus convicciones, volvía a repetir el
mismo proceso de rebeldía. Y así sucesivamente.
Otro
detalle más que ilustra mi paso por el ejército español, fue el más serio para
mí. Al poco tiempo de que mi madre me cosiera sobre las mangas los galones de
cabo 2ª, fui llamado por el capitán del cual dependía para comunicarme que un
oficio venido del Gobierno Militar, me nombraba miembro del SIM (Servicio de
Información Militar). Una especie de servicio de asuntos internos del cuartel.
Pertenecíamos a este departamento el teniente coronel mayor, el capitán, un
teniente, un sargento, un cabo que era yo y un soldado. Una vez recibidas las
instrucciones inherentes a mi nueva situación, tenía que guardar secreto bajo
no sé cuantas penas. Solamente se lo conté a mi padre. Me respondió fingiendo
ingenuidad que por qué no me había negado. Mi padre compartió el secreto y
nunca más hablamos del tema. Mi padre había ido voluntario a defender la República,
había estado en el exilio y era un hombre muy prudente y lo comprendió todo.
Pero el último día que me daban la cartilla militar con la licencia, se produjo
la indiscreción de un soldado que cayó
en sus manos un oficio donde comunicaban mi cese en el SIM, y ordenaban mi
sustitución. La falta de prudencia de este soldado se lo comunicó a otros cabos
que habíamos sido grandes amigos míos. Y al salir del cuartel todos por última
vez, me echaron en cara que no les hubiera hecho partícipe de esta noticia. Yo
me sentía muy mal porque habíamos compartido muchas situaciones y habíamos
demostrado nuestra lealtad. Pero tardaron mucho en entenderlo. Todavía conservo
su amistad, sobre todo de uno de ellos que llegó a ser un gran pintor. Aunque
la mili se conoce en forma de batallitas
contadas con cierto humor, la realidad era otra muy distinta. Para muchos
jóvenes por circunstancias de diversa índole, estas batallitas han encubierto
situaciones personales dramáticas. Sobre este periodo de tiempo perdido, no
merece la pena contar más detalles…
5. Salir de casa por primera vez
Una vez
concluido el Servicio Militar me incorporé a mi trabajo. Durante este periodo
de tiempo la empresa te reservaba tu puesto de trabajo. Si el soldado tenía la
tarde libre, podía trabajar y cobraba por horas. Aunque se dejaba de percibir
el salario, las pagas extras del 18 de Julio
y Navidad, sí eran percibidas por el
trabajador. Al regresar la situación de la empresa estaba evolucionando. Había
llegado de Francia un nuevo jefe para el servicio técnico. Para hacer frente a
las novedades técnicas, necesitaba gente preparada en escuelas, con base
técnica y teórica. Esto favoreció que contara conmigo y comencé una etapa muy interesante
para mi trayectoria profesional y apasionante en el campo humano y profesional.
Mi trabajo, después de una preparación y puesta al día, se desarrolló fuera de
Madrid: San Sebastián, Bilbao y Pamplona fueron las primeras ciudades que
visité. La hoja de ruta que emprendí me permitió conocer no solamente todas las
ciudades y sus gentes, sino la forma de trabajar y de vivir la misma realidad
española a través de su variedad de pueblos. Todo ello supuso para mí una
auténtica universidad de la vida. En esta primera etapa fueron las regiones de
la cornisa cantábrica las que más frecuenté para desarrollar mi función. Tres
anécdotas ilustran la conexión con la realidad de España: Tan pronto como
conocí Santander, ciudad por donde
Castilla se asomaba al mar, fui a visitar la cueva de Altamira, llamada la
Capilla Sixtina del arte rupestre. Se accedía a la cueva sin ninguna
instalación previa y me hizo mucha ilusión porque don Santiago, el maestro de
mi infancia me había hablado de ella porque él era de Reinosa. Otra situación
que me tocó vivir fue que, mientras se celebraba el consejo de guerra en burgos
contra miembros de ETA, tuve que pasar por delante de Capitanía General
donde tenía lugar el juicio, y por la
noche en el hotel de Guernica, sintonizaba clandestinamente Radio París o Radio
Pirenaica. Fue una experiencia muy interesante porque estabas escuchando, venido
el exterior lo que se te negaba en tu
propio país. Y por último, en uno de mis viajes a La Coruña, decidí hacer un
alto para comer, como otras veces en el parador de Villafranca del Bierzo. Pero
al llegar allí la Guardia Civil me lo impidió, sorprendido pregunté y me
sorprendí más cuando se dignaron decirme el motivo: Aquí está el caudillo comiendo. Y seguí mi
camino.
Mi vida
transcurría por unos derroteros que nada tenían que ver con mis comienzos,
ahora los horizontes era ilimitados. Cada día era diferente. Estaba haciendo
mías las palabras de San Pablo: Y me hice
judío para ganarme a los judíos y hebreo para ganarme a los hebreos. Y
también asumí aquellas palabras tan sabias: Allí
donde fueres haz lo que vieres. Conocí a mucha gente y como es natural a
chicas. Pero al final me fui a enamorar de una chica que de siempre la había
encontrado como muy especial. Y con ella comencé una relación a través de las
cartas. Durante todo el noviazgo apenas tuvimos un mes seguido para estar
juntos. Estas circunstancias nos hicieron descubrir que la relación no es
cuestión de cantidad, sino de calidad. Y mucho menos garantía absoluta de nada.
Ahora somos, yo creo, una de las pocas parejas que dispone de su historia de
amor por escrito. Unas seiscientos folios, una vez transcritos. Obra completa
junto con unas 300 postales, que han conocido nuestros hijos. La lectura de
esta producción literaria, después de todos estos años, sorprende hasta a los
autores que la escribimos. Es decir, mí entonces novia y yo.
No
puedo olvidar a la prensa escrita, periódicos y revistas sometidos al concepto
de libertad de expresión impuesto por el régimen. No obstante, hubo un periódico,
el diario Madrid, que sucumbió a la censura en 1971. Dos revistas de humor
satírico e irónico, La Codorniz y Hermano Lobo, apenas condescendientes con la cultura oficial,
tuvieron no pocos problemas con el Ministerio de Información y Turismo. La revista
Triunfo bordeaba cada semana los límites de lo tolerado, ahora rescatada en www.triunfodigital.com/, en la cual he podido
recuperar dos artículos míos. Un trabajo sobre el montaje de Víctor García de
la obra de Yerma de García Lorca, interpretada por Nuria Espert y José Luis
Pellicena, estrenada en el teatro de la Comedia de Madrid, y un artículo sobre
una zona deprimida de la provincia de León, concretamente la comarca de La
Cabrera, en el entorno de Tabuyo del Monte. También plantaban cara, dentro de
unos límites al listón establecido de la libertad, otras revistas de
información general de corte más intelectual, como Cuadernos para el Diálogo y
la revista Índice. Sin olvidarme de Cambio 16, revista que también informó en
sus páginas del final de la dictadura y el comienzo de la transición política,
de un régimen totalitario a un modelo de Estado de Derecha. Con la muerte del
dictador en 1976, hizo su aparición la revista Interviú como explosión de
libertad; haciéndose eco del incipiente destape
a la española. En sus portadas siempre exhibía a mujeres desnudas o
semidesnudas. Restando, bajo mi punto de vista, seriedad y rigor a sus
contenidos.
6. El Raid Paris Kaboul Paris (*)
Mi constante viajar
suponía estar fuera dos o tres semanas y permanecer otra en la sede de la
compañía. Pero este continuo viajar no me disuadía de emprender otros viajes durante
los fines de semana. Siendo aún muy joven me planeó la empresa acompañar como consejero
técnico, en un viaje que consistía en hacer un raid París Kaboul Paris (*). El
recorrido lo llevarían a cabo unos mil cuatrocientos chicos y chicas de 18 a 28
años de toda Europa, a bordo de cerca de setecientos vehículos 2CV. A través de
los países: Francia, Suiza, Italia, Yugoslavia,
Bulgaria, Turquía, Irán y Afganistán. Salvo los tres primeros países, el resto
están irreconocibles. Las dificultades que los españoles tuvimos para cruzar
Yugoslavia y Bulgaria nos ilustran las relaciones que la dictadura de Franco
tenía con el mundo comunista. Con Yugoslavia y Bulgaria no teníamos relaciones
diplomáticas y la Dirección General de Seguridad nos retiró los pasaportes y
nos entregó otros donde sólo estábamos autorizados en tránsito. El visado de entrada en esos dos países los tuvimos que
gestionar en sus respectivas embajadas en París, al igual que Afganistán, por
no tener representación diplomática en Madrid. En Turquía todavía degustaban
las miles occidentales del padre del nuevo Estado, Mustafá Kemal Athatürk, y en
Estambul aún se cruzaba el Bósforo en ferri con los coches en su interior. Navegando
de la Turquía europea a su parte
asiática. En Irán reinaba el sha (emperador) Muhammed Reza Pahlevi. En
Afganistán un sha, auténtica monarquía medieval al frente de un país increíble.
No obstante, la experiencia para un joven español fue impresionante. También
conservo un diario que escribí cuando no conducía. Los españoles siempre éranos
punto de atención del resto. Franco y su dictadura nos sacaban los colores a
los españoles que estábamos tomando conciencia de la anormalidad del régimen en
el cual vivíamos. Únicamente nos quedaba el recurso de hacerles ver que los
españoles éramos una cosa y la dictadura de Franco otra. Pero lo sorprendente
del viaje fue que nadie estábamos preparados psicológicamente para la
convivencia dentro de un coche durante cuarenta días. Yo nunca hubiera pensado
que pudiera tener las reacciones que tuve con mi compañero de viaje. Tampoco nos
preparamos para enfrentarnos al devenir de cada día diferente y con
dificultades de todo tipo. Cuando alguien después de este viaje me preguntaba
cómo preparar el coche para soportar los nefastos caminos, el cruce de ríos y
los 50 grados, siempre les contestaba lo mismo: ¡Prepara tu cabeza que lo vas a
necesitar!
No conforme con mi
vida itinerante y de este raid para jóvenes o quizás para locos, durante los dos años siguientes utilicé las
vacaciones de verano, para estudiar francés en dos universidades de Francia. El
primero de los veranos me matriculé en la Universidad Paul Valéry de
Montpellier en el Midi francés, región donde estuvo mi padre exiliado en un
campo de concentración. Mis compañeros de curso fueron libios, rusos e iraníes.
Como actividad ajena al curso, seguí un ciclo de conferencias de cultura y
civilización francesas, apoyadas por excursiones facultativas de fin de semana.
En el comedor de la facultad coincidí con un estudiante vasco, huido de las
Vascongadas, por razones políticas. Nos identificamos con la situación que
vivía España. Aunque él y yo vivíamos en circunstancias diferentes. Entablamos
amistad y a veces llegué con retraso a las clases de la tarde porque su
conversación para mí era interesantísima. Tenía una vasta cultura histórica, y
un día hablando de los militares y la universidad, me recitó este soneto, dedicado al dictador Primo de Rivera.
Que a este amigo vasco le gustaba atribuir a Unamuno. A sabiendas que era un ripio que circuló sin firma:
No
me mueve, Miguel, para admirarte,
la
forma en que el Poder has conseguido,
ni
admiro esa parodia de partido,
en
el que ahora tratas de ampararte.
Tampoco
admiro tu destreza o arte,
amordazando
a un pueblo adormecido,
ni
admiro la Asamblea que has urdido,
para
que tenga siempre que aguantarte.
Admírote,
Miguel, de una manera
tan
ferviente, tan mística y sincera,
que
no podrá tener tregua ni pausa.
Por
la insigne osadía y la frescura
de
aceptar el birrete «honoris causa»,
sin
causa, sin honor y sin cultura.
Le dije que me lo
dictara y así lo hizo. Y yo sólo tenía a mano una servilleta de papel y con mi
pluma estilográfica que siempre me acompañaba, plasmé más que un poema, un
solemne borrón. Ese joven estudiante español tendría nombre y apellidos en la
política del País Vasco en la democracia. El segundo verano fue en la
Universidad de Grenoble, no muy lejos de los Alpes. Al trabajar en una casa
francesa, reconocieron el esfuerzo de renunciar a las vacaciones lúdicas para aumentar el
nivel de francés, en ambos veranos me
permitieron una semana más de asueto, que dediqué para volver a París. Ciudad
que me marcó desde que estudiaba francés en la Escuela Central de Idiomas de
Madrid. Y sobre todo desde que por culpa de un compañero de clase, todos
llegamos a mantener correspondencia con otras tantas chicas de un liceo en
París. Eran los tiempos de Françoise Hardy y Silvie Bartan. En este campus
entré en contacto con un grupo de evangélicos bautistas. Cristianos
protestantes que me acogieron a pesar de que les manifesté mi origen católico.
Asistí varias veces a su oficio dominical, convivencia que aproveché para
practicar el ecumenismo que Juan XXIII
preconizó y el Vaticano II aportó como objetivo a lograr. En el grupo uno de
los estudiantes era británico y como no podía faltar entre españoles e
ingleses, además de la dictadura salió a relucir el Peñón de Gibraltar. Me sorprendí
cuando me mostro su gran desinterés por cualquier historia que no fuera de la
Gran Bretaña, y sobre todo para él, Gibraltar, solamente era una roca que tenía monos. Mi sorpresa fue
mayor cuando supe que su profesión era maestro de escuela. La presencia de los
monos en esta discutida parcela española, era el único punto de referencia que
tenía de la colonia inglesa, y para mí supuso, lo de los monos, una noticia que
ignoraba. Todos estos contactos con otras gentes de otros países me animaban
para albergar la esperanza de que España un día no muy lejano dejara de ser
diferente.
(*)
Escribir Raid Paris Kaboul Pais obedece al nombre original en francés del
mencionado recorrido.
7. Nueva vida, ciudad nueva, nueva gente
La
empresa tuvo a bien destinarme a Cataluña. Iba a responsabilizarme de una zona
que integraba: Aragón, Cataluña y las Islas Baleares con sede en Barcelona. Se
me presentaba la ocasión de coordinar por primera vez el trabajo de un equipo
de siete personas. Después de un noviazgo por correspondencia, esta decisión
nos aceleró los deseos de casarnos. Mi novia también solicitó y obtuvo el
traslado a la Ciudad Condal. El ser técnico marítimo no tuvo dificultades para abrirse
camino en la Marina Mercante en el puerto de Barcelona.
Nos
casamos en Madrid y después de la ceremonia y el banquete volamos a Barcelona
donde nos esperaba el vehículo que no conduciría a nuestra luna de miel. En el puerto de Barcelona tomamos el ferri Canguro que
nos llevaría hasta Génova. Desde allí, Pisa, Roma, Mantua, Venecia y por Trento
descendimos al Tirol; Salzburgo, Innsbruck y regresamos por la Costa Azul; San
Remo, Mónaco, Cannes, Nice, Marsella, y por La Junquera volvimos a España. Una
vez en Barcelona, allí nos quedamos seis años. Ya sólo volveríamos a Madrid nada más que en
vacaciones. Y yo únicamente por motivos de trabajo.
Desde
aquel día todo iba a ser nuevo para nuestro matrimonio: Pasamos de ser
personajes epistolares a vivir juntos de carne y hueso. Solos. Sin familias.
Todo lo que nos rodeaba era nuevo: la ciudad, la gente, las costumbres, la
lengua, el trabajo, los amigos, el tejido empresarial, en fin, todo. Un reto y
una experiencia. Un desplazamiento planificado por la empresa a cualquier parte
de España, suponía una novedad y siempre se albergaban temores ante lo
desconocido. Pero un desplazamiento a Cataluña tenía una peculiaridad añadida.
Desde Madrid todo el mundo te transmitía indicaciones, temores, suspicacias,
reservas, aunque jamás hubieran pisado Cataluña. Todos te contaban los mismos
tópicos. Aunque más adelante seguiré con el relato en primera persona, lo que
sí puedo asegurar en nombre de mi mujer y del mío propio, que nuestra
integración en Cataluña fue total. Y la añoranza hacia esa tierra y sus gentes
aún perdura; siendo yo castellano y ella andaluza.
A
Barcelona llegué con mi equipaje repleto de expectativas pero, como no podía
ser de otro modo, en el baúl traía mi bagaje religioso, social e
incipientemente también político. Busqué algún lugar donde hallar el hilo
conductor que diera salida a mis aspiraciones. Pero lejos de encontrar su
posible conexión, el hilo se rompió. Y a cambio la ciudad bullía por otros
derroteros. Las chicas y chicos que fui conociendo estaban en otra dimensión.
Les preocupaba su emancipación desde edad temprana. Tenían conciencia de
pueblo, de barrio, de ciudad. Había asociaciones de todo tipo. Manifestaban su
sensibilidad ante la doble opresión que sentían: De la dictadura como cualquier
español y contra su identidad como catalanes. La nova cançó integraba a cantautores catalanes y una pléyade de
cantantes huidos de las dictaduras de Argentina y Chile. Allí lo religioso
tenía otros objetivos. Había clérigos que daban testimonio con su vida de
resistencia hacia la injusticia y la tiranía. Poco a poco me daba cuenta de mi
desfase. Y sobre todo descubrí la incompatibilidad que existía entre la
teología de la Tradición de la Iglesia y la respuesta cristiana al mundo
actual. No se podía sostener una dictadura confesional y ser fiel al nuevo
espíritu conciliar. Para mí no era fácil decantarme por una postura radical. Mi
formación teológica y mi conocimiento de la doctrina social de la Iglesia,
emanada de los documentos conciliares y las encíclicas papales, me complicaban
la existencia. Pero comencé por reflexiones más sencillas. En el campo sexual,
por ejemplo, no podía concebir con mi razón, que el grado de desprecio que
había sobre la sexualidad del ser humano, en la Iglesia docente, no podía ser
deducido del testimonio directo de Cristo en el Evangelio. La encíclica Humanae
Vitae de Pablo VI fue una encíclica que provocó mucha expectación. Trataba del
control de la natalidad. La maternidad no se planeaba como un derecho, sino
como una obligación. Los cónyuges una vez casados ya podían usar del
matrimonio, de este modo ponían remedio a la concupiscencia, pero la finalidad
era la procreación. Se recordaba aquello del débito conyugal y su
incumplimiento culposo, para guardar las formas legales. Por supuesto no se
podía poner ningún impedimento a la concepción. De este modo el tener hijos se
convierte en un mandato, no en un derecho. El mensaje bíblico de: Creced y multiplicaos igualaba el
instinto animal para la conservación de la especie, a los hombres aunque en el
ayuntamiento humano interviniera el libre albedrio. Esa obcecación de la
Iglesia bajo un planteamiento medieval, me hizo desistir de seguir buscando
justificaciones. En la Humane Vitae, Pablo VI,
reconocía que el grupo de sabios que el mismo pontífice nombró para
estudiar el tema, no encontraron motivos como para seguir vetando la paternidad
responsable. Que por otro lado el concilio había definido. El absurdo que me
abrió los ojos fue que la Iglesia condenaba al ser humano con la obligación de
procrearse al margen de otras consideraciones. Es decir que el cristiano tenía
dos opciones: O se niega a la procreación y se queda célibe toda la vida, pero
si opta por unirse en matrimonio, entonces, debe de ser para tener hijos. El
derecho a la realización sexual en libertad y de forma responsable no es
posible que se prohíba con argumentos serios. Descubrí que el mandamiento que
desde hace mucho tiempo me fastidiaba y que me hacía ser un cristiano
infeliz, era el de: No gozarás.
A veces
he pensado que la religión ha copado mucha, demasiada, parte de mi vida. Pero
no más de la que el Estado se ha visto atrapado por la Iglesia. Los sacramentos
han sido y son costumbres sociales, vacios de contenido religioso, salvo
minorías, que como yo se lo habían creído.
Pero esa farsa hipócrita como todas las puestas en escena, sólo favorecen a aquellos
que no desean que cambie nada para seguir manipulando a la gente. No obstante,
en esta etapa de mi vida en Barcelona donde todo era nuevo, añadí otro aspecto
más. Fue mi deseo de presentarme al acceso a la Universidad Nacional de
Educación a Distancia. Y fui admitido para cursar Filosofía y Ciencia de la
Educación. El estudio de Historia de la
Filosofía, fue el complemento que necesitaba.
En esta
época me movía en tres territorios geográficos que tenían aspectos tangenciales
que constataban su pasado común: la historia, la lengua, las banderas y las
costumbres. Todo ello contribuía a que mi experiencia se agrandara más cada
día. Al poco tiempo de llegar a la zona
este, tuvo lugar en Madrid el atentado que costó la vida a Carrero Blanco,
preludio del fin de la dictadura. Hecho que sucedió a los dos años.
En el
orden de la libertad sexual y en lo lúdico, Cataluña tenía una válvula de
escape a través de la frontera con Francia. En torno a Perpiñán se estructuró
una oferta turística que administraba las carencias que la dictadura producía
con la censura cinematográfica y con la prohibición del juego. Los hoteles, las
películas prohibidas y el casino, producían largas colas ante la aduana sobre
todo los fines de semana. Esta situación favorable para los negocios de los
franceses, era bien acogida por los españoles que aprovechaban la ocasión de
homologarse, al menos por unas horas, con la libertad, el esparcimiento y por
qué no, la cultura. Puesto que no pocos catalanes se acercaban a comprar libros
que en España estaban prohibidos por la cesura del Estado y el índice la Iglesia (Index Librorum
Prohibitorum). Estas circunstancias humillantes para España en el siglo XX, se
prolongarían hasta la década de los setenta. Esta peregrinación hacía Perpiñán
fue poco a poco desapareciendo, en la medida que en España surgiría la cultura del destape.
En
otros aspectos el viajar por esta zona de Cataluña y Baleares, también, me
permitió conocer el movimiento que proliferó en EEUU y Europa de los hippies, que en España tenía su asentamiento más
significativo en Ibiza. Estos jóvenes eran partidarios de la anarquía
pacifista, en aquellos días rechazaban de pleno la guerra de Vietnam. Deseaban
vivir conforma a la naturaleza; rechazando el materialismo capitalista. Se dedicaban
a las manualidades y su puesta en escena era muy colorida. Admiraban la música
del conjunto Pink Floyd. Se entusiasmaban con lo psicodélico, inspirado en
alucinógenos. Como consecuencia su aspecto y comportamiento resultaba, extravagante
y contracultural. El pelo largo tocado con cintas de colores entraba en
contraste con el orden establecido por la cultura oficial imperante. Entre los
hippies había jóvenes que habían renunciado a una vida no peyorativamente vulgar, sino simplemente normal seguida por el común de la
población. Sin embrago había otros que vivían en la comuna con el cheque que su
papá le enviaba para cubrir sus necesidades.
Sin
salir de Cataluña, tuve la ocasión de descubrir otro movimiento que también se
estaba abriendo camino bajo el franquismo. Se trataba del naturismo y del
nudismo. Con matices son dos facetas de una misma vivencia. Naturalismo, supone
vivir conforma a la naturaleza y nudismo es convivir desnudos para conseguir un
equilibrio psíquico y moral. Estos grupos de nudistas proliferaron en los
últimos años de la dictadura, abriéndose camino en playas, acantilados y
campings acotados como lugares nudistas, aunque el entorno fuera zona
denominada como textil. Ante esta nueva puesta en escena de la libertad sexual
y ante el escándalo de los ortodoxos de la moral católica y del régimen, surgió
la figura del mirón. Es decir,
aquella persona sobre todo hombre que le gustaba mirar sin ser visto, el
desnudo del prójimo. Y otras personas que irrumpían de forma bárbara en aquella
zona civilizada. Informado por un compañero de trabajo fui en busca de una
playa nudista situada en una playa recóndita y bellísima de la costa de Pals
(Gerona). Pero como mi conocimiento de la zona no era muy bueno y el lugar era
casi inaccesible, en vez de encontrar la playa paradisiaca, me topé con Radio
Liberty instalada en la extensa playa del término municipal del vetusto pueblo
de Pals. Al mismo tiempo que preguntaba a los bañistas por la playa nudista,
también, quise satisfacer mi curiosidad sobre Radio Liberty, que más abajo
hablaré de esta peculiar emisora.
Siguiendo
las indicaciones de los lugareños, a través de una vereda estrecha y entre las
rocas se accedía al acantilado que albergaba la playa nudista. Que la hacía
imposible de alcanzar por otro acceso de no haber escalado la pétrea pared. Es
vedad que viví una sensación muy positiva, cuando una vez desnudo como los
demás, se creó una especie de complicidad y mutua aceptación, sin que mediara
comunicación verbal alguna. Me ofrecieron una cáscara de coco por si era
fumador a modo de cenicero. La playa había que mantenerla limpia porque materialmente
era imposible evacuar la basura. Después de esta experiencia hice partícipe a
mi mujer y más tarde cuando nacieron nuestros hijos, juntos disfrutamos de un
sinfín de paraísos nudistas diseminados por las costas, sobre toda
mediterráneas: Mojácar y Vera en Almería y Costa Natura en Málaga. Practicar el
nudismo en familia reforzaba nuestra idea de libertad y respeto, al margen de
la moral católica impuesta por la Iglesia y el Estado. En Cataluña viví los
últimos años de Franco y su dictadura. Sin duda percibí que en esta región se
estaba más cerca de Europa y del fin del franquismo.
Retomando
el tema del hallazgo de Radio Liberty, puedo añadir que se trataba de una
auténtica colonia de los Estados Unidos de América. Su función era bombardear
con ondas hertzianas a los países comunistas de la Europa del Este, satélites
de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Emitían propaganda
capitalista resaltando sus virtudes para el pueblo y sembraban de emisiones de todos los males y perversiones de
las dictaduras del proletariado. Quizás este complejo radiofónico era uno de
los símbolos del apoyo de los EEUU a Franco. Freno del comunismo y posición
estratégica para las bases militares. No hay duda que para el pueblo de Pals
reportaba beneficios.
En
septiembre de 1975, tuvimos la oportunidad, mi esposa y yo, de pasar unas
vacaciones en un crucero soviético. Zarpaba de Barcelona y recorriendo todo el
Mediterráneo y el mar Negro atracaba en Yalta y Odesa. Esta oportunidad se
presentó porque mi mujer trabajaba consignando la flota mercantil soviética en
el Barcelona. En el buque, El Litva solo viajábamos seis españoles. Esta
experiencia la cuento porque el vivir inmersos en el mundo comunista, que sólo
conocíamos de libros, fue apasionante. Además estábamos traspasando la raya de
lo tolerado. Todos los países del telón de acero estaban marcados como
prohibidos en nuestro pasaporte. La organización del barco era extraña a la de
occidente conocida por nosotros. Para empezar, la tripulación, la compañía
artística del crucero, la servidumbre y las relaciones públicas, pertenecían a
un mismo colectivo. Una peluquera en la fiesta podía ser una cantante. El
presentador de los espectáculos era el primer oficial y el relaciones públicas
el comisario político. La primera cantante de la Ópera de Odesa, aprovechaba
sus vacaciones para ofrecer recitales a lo largo de los quince días. Cuando
llegamos a la península de Crimea, República Soviética de Ucrania, Yalta y
Odesa fueron dos ciudades que nos sirvieron para vivir sobre el terreno, el
mundo comunista que tanto había anatematizado el franquismo. Efectivamente,
encontramos que el nivel de crecimiento estaba impulsando el automóvil, la
cosmética tomaba parte de ese plan quinquenal, pero el bolígrafo aún no había
llegado. Yo regalé mi Parker usado a la guía soviética que nos acompañaba, a
sabiendas de que allí no había recambio de tinta. Pero una reflexión sobre la
marcha, me hizo comprender el motivo por el cual el mundo capitalista y el
comunista, jamás, se pueden entender. Cuando los EEUU y la URSS hablan de
libertad, por ejemplo, aunque utilizan el mismo término, para cada uno de los
sistemas, el significado es diferente y a veces contradictorio. El ciudadano
soviético era libre de trabajar y disfrutar de vacaciones. El Estado se lo
proporcionaba. A cambio debía trabajar y habitar donde le marcaba el programa
del partido. De igual forma las vacaciones establecidas. Este mismo vocablo lo
utiliza el mundo capitalista para establecer que todo ciudadano es libre para
trabajar y habitar donde desee, con la limitación de que haya trabajo y pueda
pagar una casa. Y las vacaciones las puede tomar donde quiera, con una
limitación, que tenga dinero para disfrutarlas.
Allí
donde acudíamos los españoles llevábamos el estigma del franquismo y chocábamos
con tiros y troyanos. En la URSS nos encontramos con el enemigo número uno de
la dictadura, sin embrago, en Grecia nos encontramos con un taxista que estaba
saboreando las mieles republicanas después de haber vencido a la Dictadura de
los Coroneles. Y este simpático griego quiso contagiarnos su entusiasmo,
augurando que la dictadura en España duraría un mes. Sólo marró en unos días
más.
A
nuestro regreso a Barcelona, el acontecimiento más importante de España,
durante mi estancia en Cataluña, todavía estaba por suceder. Después de una
larga agonía con la cual nos dormíamos todas las noches, el 20 de noviembre,
aniversario de la muerte de José Antonio Primo de Rivera, murió el generalísimo
Franco, Caudillo de España. El
heredero a título de rey previsto por el dictador, fue nombrado por Las Cortes
Españolas, como Juan Carlos I, Rey de España. A los dos días tuvo lugar el Te
Deum en los Jerónimos y el Rey escuchó la homilía del Cardenal Tarancón. Acude
a mi memoria con total nitidez, aquel sermón-reprimenda predicando al monarca
lo que debía hacer. Emitido por televisión en directo. Esas mismas palabras, el
prelado jamás hubiera tenido el atrevimiento de haberlas pronunciado ante el general,
cuando aún vivía y entraba bajo palio en
catedrales y basílicas. Me pareció que el cardenal jugó al más burdo
oportunismo. Pretendió con su pieza oratoria, pero no lo consiguió, servir a
dos señores. A la finada dictadura y la incipiente democracia. Mezcló el
maridaje Iglesia-Estado del nacionalcatolicismo, con una nueva pretendida
alianza trono-altar, en el mismo embrión de la democracia.
8. Benvingut
al nostre president
Tarradellas: "Ja sóc aquí"
Después
de la muerte de Franco, mi vida en Cataluña se hizo si cabe más apasionante.
Vino mi hija al mundo en Barcelona. No hubiera tenido sentido el haber viajado
con mi mujer para que pariera en Madrid,
estando integrados en Barcelona. La muerte del dictador abrió una puerta de
expectativas para Cataluña con muchas reivindicaciones pendientes desde la
época de la derrumbada República. Y fue fácil tomar conciencia de cuál era el
deseo del pueblo. Para ilustrar este periodo es mi deseo traer de mi memoria un
evento que marcó un hito en Cataluña. El rey Juan Carlos I visitó Cataluña en
los primeros días de 1976, concretamente comenzó su viaje el 16 de enero. Las
autoridades franquistas del momento no tuvieron fácil el protocolo. Dónde sería
mejor recibido y por quién. En el palacio de Pedralbes o en el Ayuntamiento. En
el salón del Consejo de Ciento o en… al final se decidieron por el Palacio de
la Diputación, antiguo Palau de la Generalitat. Allí fue recibido por todas las autoridades
civiles, religiosas y militares del momento. Los medios se hicieron eco de su
primer discurso: “En todos ellos se
valoraba positivamente el gesto del rey de pronunciar un párrafo de su primer
discurso en catalán”. A los 57 días de la muerte de Franco, el Rey habla a
los catalanes en una lengua proscrita:
“Catalunya pot aportar a aquesta gran tasca comuna una contribució essencial i que no té preu. L'afecció dels catalans a la llibertat és llegendária, i sovint ha estat fins i tot heroica”. El párrafo original incluido en el discurso es cuatro veces mayor. Traducción al castellano: Cataluña puede aportar a esta tarea común una contribución esencial que no tiene precio. La afección de los catalanes a la libertad es legendaria, y a menudo incluso heroica. Se podía leer en las hemerotecas de toda España y sobre todo en Cataluña, que fue un viaje con voluntad de recoger el reto del eslogan que entonces comenzaba a lanzarse de: “Llibertat, amnistia, estatut d’autonomia”.
En Cataluña se percibió como una gran habilidad de Adolfo Suárez, la iniciativa de abrir la puerta del Rey, para que llegara del exilio el President de la Generalitat, Josep Tarradellas. La entrada en Barcelona y su salida al balcón de lo que había sido el Palacio de la Diputación, antigua Generalitat con su ya famoso: Ya soc aquí, fue un hito histórico, lleno de simbolismo reivindicativo. El 11 de septiembre tuvo lugar la primara celebración de la diada, fiesta nacional de Catalunya.
Los acontecimientos de la Transición si en España eran muy importantes, en Cataluña transcendían en el tiempo. Sobre todo para mí que siempre había contemplado el devenir de España desde el centro. Como si fuera el imprescindible ombligo del mundo para todo. El haber vivido este periodo de la Historia de España en la periferia, era enriquecer la pluralidad de mi visión de nuestro país.
Este lema: “Llibertat, amnistia, estatut d’autonomia”, contenía los objetivos que el pueblo catalán no estaba dispuesto a renunciar. Este constante clamor, al menos en parte, comenzó a materializarse en la Ley de la Amnistía, la Ley de la Reforma Política de Suárez y durante el periodo constituyente. En todo aquel hervidero de reivindicaciones, aunque quien pilotó la Transición fue el franquismo, las fuerzas políticas emergentes y la gente en general, estábamos aprendiendo a vivir en democracia con libertad de expresión, de manifestación y con derechos sindicales. Veníamos de una dictadura y todos apostábamos por una democracia, aunque no sabíamos su alcance exacto. Desde el principio se comprobó que el franquismo estaba atado y bien atado. El peligro de volver a la dictadura, fue utilizado por los herederos de Franco para justificar el continuismo en el poder. Y la oposición aceptó esta situación porque tenía cierta prisa por llegar al poder. Sobre todo las fuerzas autonómicas y separatistas. Al igual que pasó a nivel nacional, una vez despejadas las incógnitas de democracia o dictadura, pasamos a: reforma o ruptura, que era tanto como plantearse entre república o monarquía. No obstante a nivel catalán había otra disyuntiva: independentismo o gobierno autonómico. Y dentro de estas opciones estaban latentes, aunque en Cataluña se tardó más en discernir, las izquierdas y las derechas. Las derechas además estaban contaminadas por la Iglesia. Recuerdo que cuando un amigo reivindicaba: libertad, amnistía y estatuto de autonomía, yo le solía decir que, tratara de analizar si todos aquellos que estaban detrás de esa pancarta, defendían los mismos derechos para los mismos catalanes. Y luego se comprobó que había fuerzas políticas nacionalistas catalanas herederas de la burguesía más rancia y el capital especulativo del pasado caciquil. La derecha tradicional pero nacionalista. Otras fuerzas eran también nacionalistas, pero pertenecientes a organizaciones obreros de izquierdas y sindicatos. Cuando los objetivos perseguidos se consiguieron, los mismos que habían reivindicado este, llamemos programa de mínimos, no volvieron a compartir ni eslogan ni pancarta.
He esperado a este momento para hablar de la diada de Sant Jordi. El 23 de abril se celebra una fiesta muy querida por el pueblo catalán. Yo me impliqué en su celebración desde el primer año. Los hombres regalamos a las mujeres una rosa y las mujeres a los hombres un libro. Las rosas se adornan con unas espigas y se atan con un lazo con las cuatro barras de la bandera catalana. Cuando pregunté sobre la simbología que encerraba este ramillete, la respuesta fue diferente, antes y después de la muerte de Franco. La explicación bajo la dictadura era que la rosa simbolizaba la derrota del dragón por Sant Jordi, las espigas la fertilidad y la cinta aludía a que la fiesta era de Cataluña. En democracia la simbología era otra y aludía a hechos históricos. Las espigas recordaban la rebelión de Els segadors (Los segadores) contra el rey Borbón. Las rosas rojas eran el símbolo, para unos de la sangre derramada y para otros la pasión o el amor, y la cinta que ataba el ramo, para todos era la senyera, la bandera o estandarte catalán por excelencia. De cualquier manera aunque es una fiesta que no es de guardar, es muy entrañable y querida por los catalanes y también por las demás personas venidas de otras regiones y países.
Mi evolución socio-política, como no podía ser de otro modo, marchaba al compás del resto de la gente que habitábamos en Cataluña. La Ley de la Reforma Política marcó mi bautizo en participación política. El periodo constituyente lo viví con mucho interés. En Cataluña se publicó el texto de la Constitución de la República Española, con un prologo que trataba de indicar a los padres de la Constitución, que no cayeran en errores que se habían cometido en el texto republicano. El referéndum sobre la Constitución de 1978 fue otra de mis satisfacciones.
El texto constitucional venía a plasmar mi propia opción política, separada de la religión. Que ya hacía años que había superado. Y lo más importante, España se homologaba con la Declaración Universal de Derechos Humanos, proclamada en 1948. Al fin disfrutábamos de un Estado de Derecho y de una Constitución aconfesional. España deseaba organizar su convivencia como si Dios no existiera. Y yo también.
9. Superando el complejo de inferioridad como español
Abandoné
Barcelona pero antes de regresar a Madrid, estuve también por trabajo una corta
estancia en Francia: París, Sochaux-Montbelliard cerca de Estrasburgo, Toulouse
y Caen. En el país vecino en los años de la Transición, el proceso español se
seguía con mucha atención. La República
Francesa no se portó bien con los exiliados republicanos. Para mantener esta
afirmación tengo el testimonio de mi padre. No obstante durante la dictadura sí
ha dado cobijo a los represaliados, y en muchas ocasiones los franceses se han
manifestado contra las actuaciones deleznables del dictador. Yo estuve en la
capital francesa en la época de los últimos fusilamientos del franquismo y
París era una hoguera de protestas teñidas de español.
Durante
aquel final de la década de los setenta, el año 1979 puso fecha a la
desaparición de cuatro dictaduras arcaicas. El déspota Francisco Macías Nguema
de Guinea Ecuatorial. El sátrapa Idi Amín Dada de Uganda. El sha de Persia,
monarca absolutista Mahammad Reza Pahlevi de Irán y el tirano Anastasio Somoza
de Nicargua. Apenas había pasado un lustro de cuando España engrosaba esa lista
de regímenes totalitarios y militaristas. El mundo iba respirando aires
democráticos y las dictaduras muchas de ellas propiciadas por las grandes
potencias, caían por la presión popular. Los emperadores de Persia, después de
haber copado muchas páginas de papel couché,
con el divorcio del sha de Soraya, su primera mujer, por incapacidad para dar
un heredero al trono, así como su nuevo matrimonio con Farah Diva, eran
derrocados por el ayatolá Ruhallah Musavi Jomeini, exiliado en París. Este
evento aconteció durante mi estancia en la capital francesa. Los medios
criticaron fuertemente al Gobierno, porque la República Francesa sabía cuáles
eran los planes de Jomeini, ya que había publicado en Francia el libro Los misterios desvelados; dando todos
los detalles de la teocracia que deseaba implantar en su país. Es decir,
reemplazar la dinastía Reza Pahlevi por una república islámica.
Durante
la Transición en mi estancia en París pude comprobar que la visión de lo que
estaba pasando en España, era comentada y vista en general con más positivismo
por la prensa francesa, que el mismo proceso tratado por los medios españoles.
Parece como si a los españoles les hubiera dado pudor reconocer que el Gobierno
gobernaba, y les costaba el reconocer que las cosas en España iban entrando en una
normalización, que hasta entonces era nueva para nosotros. Las circunstancias
que me habían acompañado, como español, en mis viajes de los primeros años de
la década de los setenta, no tenían nada que ver con la nueva España surgida de
su flamante Constitución de 1978, miembro de la Unión Europea, del Consejo
Europeo, de la OTAN, y diferente del país que mantenía aquel eslogan perverso
de que España es diferente. Y sobre
todo ya no había justificación para que los españoles mantuviéramos el complejo
de inferioridad, que nos hacía achicarnos nada más pasar los Pirineos. En el
campo laboral, los españoles tenemos unas características y los franceses, por
ejemplo, otras. Características que en el caso de los españoles yo las he
asumido personalmente. El francés es más metódico y se ajusta más al guión
establecido y se somete al patrón (jefe) de una forma más sumisa, aunque no disimulan
su fastidio. Sin embargo el español en este caso, mi personal opinión, sin
pretensiones de generalizar, es más intuitivo y menos rígido en el programa. Improvisa
más y su relación con el superior, no es servil. Y le considero más creativo y
resolutivo.
Sin
proponerme, todavía, hacer ningún balance de las dos Españas, antes y después
de la Constitución, me permito abundar
en mis vivencias fuera de España para mejor entender la superación de mis
complejos y mis prejuicios. Sin arrogancia
alguna y con humildad realista. Por razones de trabajo visité varias
veces la región de la Alsacia, concretamente, Estrasburgo. Allí visité la sede
del Parlamento Europeo, donde no hacía mucho tiempo habían estado los Reyes de
España, con motivo de la entrada de nuestro país en el Consejo Europeo. Daban
testimonio de ello las postales y las monedas conmemorativas de tal evento.
Después de visitar la magnífica catedral con su reloj astronómico, firmé en el
libro de vistas que junto a los turistas, yo plasmé mis emociones patrióticas,
que no patrioteras. A la hora de
comer me compre una suculenta baguette
de jamón, paté, pepinillos con una cerveza alsaciana. Y me senté en el centro
de la Place Kleber. Mi asombro fue cuando contemplo una fila interminable de
banderas izadas, y me doy cuenta que allí, estaba la de España, mi bandera. Es
difícil escribir los sentimientos y evocaciones que se agolpaban en mi mente,
sin poder remediar mi soledad. Pues como un idiota, por no decir otro vocablo
menos apropiado para un trabajo universitario, me eché a llorar, cuyos
lagrimones me hacían abundar en satisfacción y desahogo. La explosión emocional
se produjo cuando vinieron a mi recuerdo, los muchos trabajos y vidas que habían
costado el izar la bandera de todos los españoles en aquella plaza, corazón de
Europa. Es posible que esta alusión personal, desentone el ritmo del ensayo
pretendido. Pero la Historia de España se ha hecho con polvo sudor y lágrimas de españoles y extranjeros, que dieron su
vida por nuestra patria.
De Suecia guardo otra
anécdota. En los años ochenta permanecí una corta estancia en Estocolmo y
otras ciudades próximas al polo Norte. Pude comprobar, cómo viven y en qué
valores se basan para establecer su convivencia. Acudí sobre las siete de la
tarde invitado a una cena, en un hotel que no era donde yo me hospedaba. En el
salón contiguo y con las puertas abiertas una orquesta amenizaba el baile. Una
boda, pensé yo, recordando las de mi país. No obstante, un comensal que
percibió mi curiosidad, me dijo: No es lo que tú piensas, no es una boda. En Suecia tenemos por costumbre que un día a la semana,
un miembro de la pareja, matrimonio o no, deja el hogar y viene a pasar la
tarde noche a este hotel. Lejos de toda clandestinidad, se hace con luz y
taquígrafos. Es evidente el impacto que tuvo en mi mentalidad latina, educada
en el nacionalcatolicismo hispano-vaticano. Desde aquel día, comencé a ver los valores
de la sociedad sueca de otro modo. Y me alegré de haber abandonado mi
anacronismo tridentino y encontrarme más cerca de los suecos, que de los
obispos y clérigos hispanos.
Durante esta década y
la siguiente, tuve oportunidad de viajar por trabajo o de vacaciones a; Italia,
Australia, Guatemala, Japón, Marruecos, República Dominicana, Portugal, Gran
Bretaña, Suiza y varias veces he vuelto a Francia. He visitado estas naciones
sin complejo, tanto si estaban más avanzadas como si se encontraban en vías de
desarrollo. De todas ellas, Japón ha sido la que más me ha llamado la atención.
Tuve la oportunidad de participar en las Olimpiadas del Trabajo, como técnico
de un jurado. Volamos a Tokio aunque el certamen tenía lugar en Osaka. Además realicé
visitas facultativas a Nara y Kioto. Lo que más me impresionó fue el trabajo,
el orden y la puntualidad. La organización del evento corría a cargo de Suiza;
siendo Japón el país anfitrión responsable de la estructura y del protocolo,
pude comprobar en primera persona la perfección y sincronía de todos los actos
del programa. En tres ocasiones intervinieron los príncipes herederos, Akihito
y Michiko. En la apertura, en la clausura y en la audiencia que ofrecieron a
los países concursantes. Pudimos hablar con los príncipes a cortísima
distancia; haciendo de intérpretes los estudiantes japoneses que habían
estudiado español en España. El orden y la exactitud estuvieron presentes hasta
el último segundo en todos los eventos a lo largo de 17 días. En una de las
audiencias, la prensa la situaron en su lugar sin invadir las otras zonas de
los asistentes, y el ministro que acompañó a los príncipes, permaneció en la
puerta del salón hasta que no salió el último invitado. Como anécdota, un grupo
de occidentales nos quedamos rezagados, y fue una azafata la que nos advirtió de
que: mientras no abandonáramos la
estancia, el ministro no podría ausentarse. Momentos antes la luz iba
apagándose lentamente. Sin abandonar Japón, se me ocurrió aprovechar un día que
ya había concluido mi trabajo, para salirme del programa y acercarme por mi
cuenta a unos grandes almacenes para comprar un kimono para mi hija. Lo pagué
caro. Logré mi objetivo, pero para empezar ese día no comí. Llegué tarde a la
audiencia de los príncipes y me perdí la recepción que el embajador español ofrecía a los participantes
españoles. Eso sí, pasee la maleta del kimono por todo Osaka.
Acompañado de mi
traductora que me volcaba del japonés al francés, para que pudiera entenderme
con mis colegas del certamen, coreanos, chinos y japoneses, visitamos la ciudad
de Kobe. Por indicación de la japonesa que conocía muy bien la ciudad, acudimos
para comer al restaurante Chez Carmen,
especializado en comida española. La anécdota la cuanto aquí porque tiene su
pincelada contemporánea con significado
español. En cada una de las mesas habían colocada a modo de bienvenida una
banderita española. Después de comer platos de diferentes regiones de España,
algunos sabores muy bien conseguidos, advertí que la banderita colocada sobre
la mesa representaba a una España que ya, afortunadamente, no existía. El metre
me agradeció la observación y con diplomacia oriental, se disculpó diciendo que
había hecho dejación pero tenía pensado ir al consulado español. De aquel
trocito de españolidad salí con el compromiso personal de enviarle tantas
banderas como mesas había instaladas; siendo la misma interprete la que me
acusó recibo de las célebres banderas constitucionales cuando llegaron a Chez Carmen.
Los españoles, no
solamente habíamos sido testigos de los acontecimientos que venían sucediendo desde
la muerte del dictador, sino también protagonistas. Y protagonistas directos. En
mi caso yo recogía una antorcha cargada con la herencia de mis padres y
abuelos: Mi abuelo materno había estado en la Guerra de Cuba. Mi padre en la
Guerra Civil y en el exilio en Francia. Un tío, hermano de mi padre, estuvo en
la División Azul en Rusia. El abuelo de mi mujer, alcalde republicano fue
asesinado en el año 1940. Su esposa, la abuela, después de un consejo de guerra
fue encarcelada; dejando sus siete hijos a merced de una tía soltera. Al volver
al pueblo le raparon la cabeza y purgada con aceite de ricino, la pasearon por
las calles. El padre de mi mujer por ser un campesino sindicalista estuvo en la
cárcel y privado de usar armas aunque desempeñó un puesto en una empresa que le
era inherente, ya durante la dictadura. Con este bagaje emprendía una
trayectoria personal positiva, constructiva, optimista y al margen de complejos
infundados y prejuicios trasnochados.
Antes de concluir los
capítulos relativos al desarrollo de los acontecimientos, que hasta ahora me han ocupado, he de añadir
que la transición en España, de la dictadura a la democracia, no ha estado
exenta de sobresaltos: represiones sangrientas contra los obreros, el
terrorismo de ETA, GRAPO y TERRA LLIURE, hasta llegar a situaciones
insoportables. También, un golpe de
estado no consumado, los crímenes
del despacho laboralista de la calle Atocha de Madrid, y no pocas amenazas
involucionistas. Si analizamos la simpatía que los españoles ocultábamos por un atentado de ETA contra el
franquismo, en los primeros años de la democracia, se observa, que el aplauso
va disminuyendo hasta que la población vislumbra con claridad, que ya toda
acción violenta para conseguir fines políticos, no tiene ninguna justificación.
En la medida que la democracia se consolidaba real y formalmente. De esta
evolución yo también fui un español más. Sobre el terrorismo etarra, el
historiador José Manuel Azcona ha matizado en una de sus clases de Historia
Contemporánea, lo siguiente: “Y es que en el
pasado, ETA disponía de un considerable sustento social durante el franquismo,
periodo en que asesinó a Luis Carrero Blanco, pero la transición a la
democracia y su progresiva radicalización le hicieron ir perdiendo simpatía
popular, lo cual se hizo especialmente patente con el secuestro y asesinato de
Miguel Ángel Blanco, en 1997, que generaría un gran rechazo en la sociedad”.
Otro de los detalles
que el profesor Azcona ha aclarado a sus alumnos, es el relativo al objetivo
final de ETA. Personalmente y dejándome llevar por una observación superficial de
los acontecimientos, siempre había pensado que el terrorismo de ETA iba
dirigido contra Franco y el franquismo, pero después de su lección magistral
sobre la trayectoria del nacionalismo vasco, el historiador aclara que: “No son pocos los que durante la dictadura
del general Franco (1939-1975) consideraron que ETA luchaba contra el dictador,
aunque en realidad nada hay más lejos de la realidad, pues lo que buscaba la
banda terrorista era la táctica de acción-reacción-acción, es decir, ataque
terrorista, reacción del gobierno de la dictadura y acción del pueblo vasco en
busca de la soñada independencia y del socialismo. Esto es lo que buscaba ETA
aunque la ansiada reacción revolucionaria del pueblo vasco jamás llegó a
producirse”.
Como observación
postrera y sin salirme del guión de mi experiencia personal, debo añadir que,
por razones de trabajo, viajé a las tres provincias del País Vasco y Navarra,
sacudidas por el zarpazo terrorista. En mis visitas pude constatar de qué forma
les afectaba esta amenaza, a los concesionarios de automóviles de una
multinacional francesa, ubicados en estas tierras. Fueron víctimas en varios frentes: como empresarios
sufrían el chantaje del llamado impuesto revolucionario; de sus talleres extraían
máquinas de troquelar matrículas y placas sin grabar, para falsificar vehículos
robados; Explosionando exposiciones repletas de coches, cuando Francia dejaba
de ser santuario de ETA. Por último no pocos concesionarios abandonaron sus
negocios y huyeron a lugares que mantuvieron en secreto.
10. La España de Bárbara y Alejandro
Los
nueve capítulos anteriores me han servido para ir desgranando el acontecer de
mi vida en el contexto de una apasionante y a veces convulsa España.
Efectivamente, se trata de una visión subjetiva pero insertada en hitos y eventos
de naturaleza histórica. Y sobre todo lo más importante es que son piezas de un
puzle, que completan nada más y nada menos que mi propia vida. La historia de
mi vida y de mi familia. Como protagonistas de un trozo de la historia de
nuestros días.
Para coronar
este ensayo con un análisis comparativo entre la sociedad española que me vio
nacer y crecer en los años del siglo XX, y la sociedad del siglo XXI, me he
tomado la licencia de dejarme acompañar por mis dos hijos: Bárbara y Alejandro.
Ambos tienen una diferencia de edad de quince años, y esto nos ha de
proporcionar más riqueza de matices si cabe. Además si el paso de una
generación comprende de 20 o 25 años, estos parámetros comparativos son
válidos.
La
evidencia más indiscutible es que yo nací y viví en una dictadura y mis hijos
han nacido y vivido en una democracia. La España que me tocó vivir venía de un
Guerra Civil que justificó un régimen donde la religión lo invadía todo. La
libertad no existía y se perseguía a los disidentes. Sin embargo mis hijos disfrutan
de un Estado de Derecho con una Constitución avanzada y progresista. Como era
de esperar, mis hijos han salido muy viajeros y no renuncian a visitar
cualquier rincón del mundo. Se consideran españoles que sin complejos ni
prejuicios, pueden mirar y tratar de tú a tú al resto de los humanos. Yo
pertenezco a la generación donde los niños venían de París, sin más aclaración,
o bien los transportaba la cigüeña con su pico, envueltos en el pañuelo del ocultismo. Sin embargo, la
siguiente generación pertenece a la cultura de la libertad y de la salud para
la realización sexual de cada mujer y cada hombre, como derechos humanos
consagrados en leyes constitucionales.
Cuando
tomé conciencia de que iba a formar un hogar y que más tarde tendría hijos, el
planteamiento de mi mujer y mío, fue muy claro. Nuestros hijos no pasarían por
las frustraciones nuestras. Cuando salimos de celebrar nuestra boda católica ya
nunca volveríamos a practicar el catolicismo. Nuestros hijos no fueron
bautizados y tampoco tomaron la primera comunión. Con esta decisión estuvieron
en desacuerdo nuestros padres. Hubiera sido más fácil dejarnos llevar por la
costumbre y lo tradicional de la sociedad española. Pero, precisamente, porque
yo había dado mucha importancia a la opción religiosa, no podía dejarme llevar
por una inercia hipócrita para quedar bien o evitar el qué dirán. Nuestros hijos se han educado en colegios públicos o
privados concertados y laicos, y nunca han estudiado la asignatura de religión.
Han crecido al margen de la religión, dicho de otro modo, conforme a la
Constitución Española de 1978.
Como
consecuencia de esta opción laica y aconfesional, las consecuencias no terminan
en los ritos litúrgicos. Tanto uno como otro, han gozado de una real libertad,
no exenta de responsabilidad. Les hemos propiciado que fueran libres en
cualquier opción para cohabitar y convivir con quienes ellos eligieran. Esto se
ha materializando en proporcionarles los medios para que llevaran a cabo sus
deseos. De otro modo hubiéramos sido unos hipócritas, negándoles con el
lenguaje de los hechos lo que les preconizábamos con el lenguaje de los dichos.
El capítulo
del sexo aporta otros puntos para la comparación. Pocos moldes de la época
pasada quedan en pie. Valores como: la virginidad, la abstinencia sexual o la
imposición de la maternidad dentro del matrimonio canónico, como si fuera una
obligación en lugar de un hecho en libertad, apenas tienen significación. La
juventud española de los años 2000 es una juventud homologada con la Europa
actual. Este avance va creciendo y cada vez más. La sociedad española opta por la vida en la verdad, que decía Václav Havel
en su libro El poder de los sin poder.
Otro
cambio muy importante es la igualdad entre el hombre y mujer. Para ello tenemos que volver al lugar donde tenía
colocada la España católica a las mujeres: amas de casa, madres y educadoras de
la prole, sumisas al marido, insertadas en modelos familiares según la Sagrada
Familia, preconizada por la Iglesia. En términos más exactos la estructura
familiar salida del Concilio de Trento. El desarrollo constitucional ha hecho
saltar por los aires el corsé que oprimía la libertad real de la mujer. El
hombre y la mujer disciernen ahora entre el amor y la sexualidad. Entre la
sexualidad y la procreación. Entre el derecho a la realización sexual en libertad, respeto e
igualdad, y el derecho, que no obligación, de tener hijos. La escala de valores
que constituyen la moral cívica de la sociedad moderna, ya no se basan en la
doctrina de ninguna deidad. La educación sexual desde la niñez, el acceso a los
medios anticonceptivos y compartir la
planificación familiar, son valores que huyen de los planteamientos del viejo
mandato católico: Hijos, los que Dios
quiera.
La
familia sobre la cual se articulaba la sociedad, estaba establecida según el
Derecho Canónico. Tres son las premisas de matrimonio católico: Remedio a la
concupiscencia, traer hijos al mundo y educarles en la doctrina cristiana, y
además es indisoluble. Yo nací en una familia tipo. Además las familias, sobre
todo en los pueblos, se agrupaban en viviendas grandes y en algunas ocasiones, los
hijos con su nueva familia permanecían en el mismo hogar. De esta forma los
jóvenes iban cuidando de los mayores, viudos o solterones. Y éstos desempeñaban
la tarea de niñeros de los nuevos
vástagos. La llamada familia tradicional católica, ha evolucionado a otra
familia más en consonancia con la igualdad y la libertad, al margen de la
religión. La familia del siglo XXI es muy variada. Además de las familias
monoparentales, la pareja está basada en la unión de dos personas que deciden
comprometerse a formar una escuela de
convivencia. Pueden vivir juntos sin casarse formando parejas de hecho o de
derecho. Un hombre y una mujer. Entre hombres o entre mujeres. Pueden romper
este único matrimonio mediante el divorcio. Pueden tener o no tener hijos, no
es ni consecuencia ni obligación. Es fruto de la libertad. Tienen derecho a
utilizar métodos anticonceptivos. La mujer tiene el derecho a decidir sobre su
propio cuerpo. La interrupción del embarazo está prevista según la ley. Las
técnicas de reproducción asistida están al servicio de las personas; salvando
las dificultades fisiológicas que tengan para lograrlo por vías naturales. Otro
gran salto que nos separa, un siglo de otro, en breves años, ha sido la
posibilidad de curar enfermedades de los hermanos, con la investigación de las células
madre de los recién nacidos.
Es
evidente que el desarrollo constitucional a través de las leyes establecidas en
el Parlamento, han ejercido una pedagogía eficiente en la evolución de la
sociedad española. Rompiendo aquel paradigma de: Guardar la moral y buenas costumbres comúnmente aceptadas. No
obstante, aunque quedan reminiscencias de sectores que se resisten a perder
influencia sobre la sociedad, la inmensa mayoría de los españoles han asumido
los grandes cambios, que han colocado a España entre los países más avanzados
del mundo, en materia de derechos civiles.
Otro
capítulo nada despreciable es el cambio patente, en la toma de conciencia de la
lacra de la violencia de género. El machismo ha seguido presente en la
convivencia familiar, sin embargo las leyes han hecho visible y propiciado, que
no queden impunes este tipo de delitos. Sobre la violencia de género, aún
recuerdo con qué normalidad se escuchaba en el pueblo: Fulano pega a su mujer. Pues si la pega algo habrá hecho. La
legislación española homologada con la europea, de igual manera, no ha dejado
ningún resquicio a la hora de justificar el mal trato a los niños, por parte de
sus progenitores. Se acabó el cachete
porque “lo estaban pidiendo”. Y el maltrato verbal o psicológico, por nimio que
parezca. Estas agresiones, en realidad, constituyen un desahogo que demuestran
la incapacidad para educar en el respeto y con dignidad.
Una de
las normas constitucionales más importantes para el mundo laboral es el
Estatuto de los Trabajadores. De esta norma han emanado derechos que eran
impensables en la época pasada. Días libres, también, para la paternidad. El
derecho a crear sindicatos, elecciones sindicales y el derecho a la huelga, son
logros que marcan una clara diferencia, entre los derechos que disfrutaron los
padres, en relación con los derechos que disfrutan ahora los hijos.
Otro
aspecto que ha cambiado sustancialmente en España es la profesionalidad de las
fuerzas armadas. En mi caso yo hice la mili y mi hijo no. El ejército que yo
serví había sido el mismo que derrocó la República, que había ganado la guerra
y que mantenía la dictadura. El desarrollo constitucional nos ha devuelto un
ejército profesional homologado con Europa, integrado en la OTAN y en misiones
internacionales. Para mis hijos, ahora también tiene cabida la mujer en sus
filas. No obstante, aunque alguno de ellos hubiera deseado ingresar en la
milicia, encontrarían otro ejército diferente al de su padre. El cambio ha sido
radical. De todas las fuerzas que protagonizaron el golpe de estado contra la
República, la que más ha evolucionado y homologado con el mundo actual ha sido,
sin duda, el ejército. Los tres poderes del Estado, en mayor o menos medida,
han demostrado reminiscencias de la época dictatorial y golpista, es decir, del
franquismo.
España
durante demasiados años ha vivido de espaldas a Europa. Personalmente creo que
desde los tiempos de la Contrarreforma. Cuando se creó la Comunidad Económica
Europea, España había hecho méritos para que nadie contara con nuestro país. Y en
las puertas permaneció hasta que se produjo su transformación formal, de una
dictadura en una democracia. Y ahora estamos integrados de pleno derecho en la nueva
Unidad Europea, como uno más de la vieja Europa. La diferencia entre los años
de la dictadura con la era de la monarquía parlamentaria es nítida y evidente.
Como
consecuencia del cambio político, se hizo presente la libertad de prensa y la
libertad de expresión. Surgieron nuevos periódicos y otros canales de
televisión. El monopolio de la información ya no lo ostentaba con censura
rígida Televisión Española y Radio Nacional de España.
Si
quiero ser fiel a la verdad y que mi investigación comparativa sea creíble no
puedo omitir los aspectos positivos que el franquismo aportó al desarrollo de
los españoles. Sin obviar lo perverso y sanguinario que la dictadura tuvo
durante demasiado tiempo. Veamos:
- Creó la Seguridad Social. Hospitales y ambulatorios.
- Estableció los Convenios Colectivos, entre las
empresas y los sindicales verticales. Mediante los enlaces sindicales y
los jurados de empresa.
- Transformó la agricultura mediante la Concentración
Parcelaria. De cuyo evento fui testigo en las tierras de mi padre. Otro
ejemplo de colonización en el campo fue el Plan Badajoz. Y la repoblación
forestal.
- La Magistratura del Trabajo, era una instancia
jurídica que generalmente mantenía una sensibilidad hacia el obrero como
la parte más débil.
- La Obra Sindical importó de Alemania un diseño de
Formación Profesional (FP) y una Promoción Profesional Obrera (PPO), sin
parangón en los planes de estudios laborales. Dando respuesta a la
transformación de la España rural en la España industrial.
- Con rango ministerial, el Secretario General del
Movimiento gestionaba un gran presupuesto para el mundo del trabajo, a
través de las Universidades Laborales y las Instituciones Sindicales,
instaladas en todo el territorio nacional. Aspecto que la burguesía no le
perdonó al ministro de trabajo de turno. No podía soportar que hicieran
verdaderos monumentos para formar a los hijos de los trabajadores. Ejemplos
de ello: La Universidad Laboral de Gijón, donde llegué a dar clase como
maestro de taller y la Institución Sindical Virgen de la Paloma, donde fui
alumno.
- No en balde, el nacionalsindicalismo tenía que dar
sus frutos. Y la vertiente del nacionalcatolicismo, se veía reflejado en
que la cuida de las instituciones y la disciplina de miles de alumnos
estaba encomendada a congragaciones religiosas, como la Compañía de Jesús
(jesuitas) y los salesianos de San Juan Bosco, estos últimos auténticos
baluartes de la formación profesional de los jóvenes.
- En los años 50 entramos en el desarrollismo que permitió que en España se comenzara a crear
la clase media, como la más
importante estructura social. Aquellos jóvenes que nos formamos en las
escuelas de formación profesional, para ocupar los puestos de trabajo en
la incipiente industria, fuimos el embrión de la actual clase media.
- Abandonada la autarquía, el desarrollo económico de
los años 60 es un aspecto que benefició a los españoles y frenó la
emigración a Europa. Y por último, aunque con el orden numérico no es mi intención
expresar ninguna valoración jerarquía, pasamos al apartado último y:
- El turismo, constituyó una fuente de ingresos
importante, y además la mejor embajada en el mundo para vender la imagen
de España. La llegada de visitantes, sobre todo del sexo femenino, me hizo
reflexionar sobre el eslogan de que España era diferente. Pero quizás, eso
no era lo suficientemente positivo como para aceptarlo sin más.
Una vez
establecidos estos logros del régimen despótico y dictatorial, es importante
que también lo comparemos con los años de referencia del resto del ensayo. Es
evidentemente que las ausencias de derechos fundamentales durante la dictadura, fueron recuperadas por la Constitución.
Y sobre todo España se homologó con instituciones como la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) y los movimientos sindicales europeos. Como
conclusión, España estableció su ordenamiento jurídico conforme a la
Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada en 1948, como recuerdo
con anterioridad. Todo ello para superar la anacrónica etapa donde, ante las
críticas exteriores, se proclamaba el
Estado de Derecho, porque sencillamente no existía.
El
desarrollo económico y social ha hecho que España entre de lleno a tomar parte
de las sociedades postmodernas.
Aunque con retraso con relación a Europa, ha pasado del siglo XX al XXI
rompiendo todos los paradigmas que, aunque en un espacio de tiempo más breve
que en el resto de los países de nuestro entorno, también, se había consolidado
con las bases tradicionales del modernismo.
El
presente ensayo autobiográfico no puede llegar a su final, sin hacer un balance
de las circunstancias que me han
llevado a mi realización personal. Mirando hacia atrás observo que estas circunstancias me han servido para convertirlas en oportunidades de cambio y
evolución. Vicisitudes vividas y sufridas hasta conseguir mi libertad e
independencia. No tengo por menos que evocar dos libros de Don Miguel de Unamuno,
que fueron mis libros de cabecera: Del
sentimiento trágico de la vida y La
agonía del cristianismo. Ambos libros los pude leer después de la
celebración del Vaticano II. Entonces la Iglesia y como consecuencia el Estado,
suprimieron el índice de libros prohibidos.
"Sueño con que el socialismo sea una verdadera reforma
religiosa, cuando se marchite el dogmatismo marxiano."
Miguel de
Unamuno
EPÍLOGO
No
obstante, algunas asignaturas quedan pendientes para conseguir la reconciliación
entre los españoles, al margen del progreso y el desarrollo constitucional:
- Denuncia de los acuerdos firmados entre el Reino de
España y la Santa Sede. Anacronismo
contrario a la Constitución Española de 1978. La tradición católica ya no
justifica mantener la posición de privilegio de la Iglesia.
- El Rey debe reconocer la legitimidad de la II
República Española. Y condenar el franquismo. A la muerte del dictador se precipitó
su coronación para restaurar la legalidad rota
por el golpe de 1936. Así como el pacto no escrito entre los franquistas y el Rey, evitaron su caída y
la vuelta de la República. En el siglo XXI el reconocimiento de la
República y la condena de la dictadura, en nada mermarían la legitimidad
de la monarquía parlamentaria.
- Es imperativo que Las Cortes Generales condenen al
régimen franquista y concedan el mismo reconocimiento a la II República de
1931 que a la Constitución de 1978. La soberanía del pueblo debe propiciar
su reconciliación con su pasado legítimo.
- Los franquistas y sus cómplices implantaron la
Transición, estableciendo un marco jurídico que propicia la impunidad.
Pero Franco y sus secuaces deben ser juzgados por las leyes de la
República, que fueron contra las que se sublevaron. Al menos la Historia
moralmente ya lo ha hecho.
- El Estado y los tres poderes, deben cumplir la Ley
de la Memoria Histórica para honrar a las víctimas del franquismo. Es
urgente que no queden impunes los crímenes del genocidio planificado por aquellos
que derribaron la II República. Es una cuestión de dignidad nacional.
- El 14 de abril debe ser recordado como el Día de la
República. Se suprimió el 18 de julio porque rompió la legalidad,
incompatible con la democracia ¿Cuál es el inconveniente para no restaurar
la fecha de la proclamación de la República?
- Otra asignatura pendiente es el contenido de la Historia
de España que se está contando en las escuelas. Obran en mi poder tres
enciclopedias de tres Españas diferentes: La enciclopedia de la Republica,
la primera enciclopedia de la dictadura y la enciclopedia en la cual
estudiamos los contemporáneos en los años siguientes. Ahora se estudia la
historia de los vencedores de la Guerra Civil acrisolada por la Transición. Es lo mismo que decir que
seguimos explicando la Historia de España basada en la vida en la mentira, como decía el checo Václav Havel en su
libro El poder de los sin poder.
Mencionado más arriba. Cuando los hechos históricos se omiten, no se está
contando la verdad.
- El escándalo que nos ha servido la Real Academia de
la Historia, recientemente, alejándose de su fundamento de contar la
verdad, entorpece que el pueblo español se reconcilie con su pasado. A
ello colaboran historiadores negacioncitas y revisionistas interesados.
Estas
actitudes de rechazo de la República y no condena de la dictadura, son lagunas
negras en el análisis que ahora nos ocupa. La Transición es verdad que la
hicieron los franquistas, no obstante es un anacronismo que sus herederos,
Alianza Popular evolucionada hacia el Partido Popular, sea quien materialice la
resistencia a condenar aquel régimen despótico y tiránico. Pero lo más grave es
que la conducta del Rey se homologue con las posturas más conservadoras
(Partido Popular) y esta afinidad entre el monarca y una fuerza política, reste
neutralidad a la institución monárquica. El padre del Rey, Don Juan de Borbón,
se puso del lado de Franco y esta postura es compartida por padre e hijo, en el
rechazo a la República. Como español me gustaría que el Rey de España se
librara del círculo vicioso formado por: Franco, Juan de Borbón, Juan Carlos I
y el Partido Popular, todos ellos, enemigos de la República y contrarios a condenar
la dictadura franquista. Mientras, la apología del franquismo goza de buena
salud.
Fin del Análisis Histórico
FUENTES DE ALIMENTACIÓN DEL ENSAYO
1.- CRÓNICAS DE MI PUEBLO
Blog Yunquera de Henares DAMA DE LA CAMPIÑA I:
Blog Yunquera de Henares DAMA DE LA CAMPIÑA II:
2.- MI CUADERNO DE APUNTES
Blog LA EDUCACIÓN DE MI ADOLESCENCIA:
3.- MI PARTICULAR AVENTURA
PDF PARIS KABOUL PARIS colgado en el
Blog:
4.- MIS VALORACIONES DE ANTAÑO TRAIDAS OGAÑO
HOMILÍA DE TARANCÓN
EN EL “TE DEUM” DE LA CORONACIÓN
5.- MI RECONOCIMIENTO LEGÍTIMO E HISTÓRICO
SEGUNDA REPÚBLICA
ESPAÑOLA
6.- FOTOGRAFÍAS
Pedro
Taracena Gil
Algunas reflexiones sobre el 14 de abril
El periodo que estamos estudiando DEL LIBERALISMO A LA DEMOCRACIA, a nivel personal está sirviendo para depurar conceptos del proceso de educación y deseducación, que a muchos nos ha tocado vivir.
Para ello es preciso haber leído las cinco constituciones del periodo considerado, a saber: Constitución de Bayona 1808, Constitución de Cádiz 1812, Constitución de la I República 1873, Constitución de la II República de 1932 y la Constitución Española de 1978. No obstante para simplificar la reflexión tres son suficientes:
La Constitución liberal de 1812, donde el poder está en la Nación y el rey debe acatarla. Fernando VII la rechazó e impuso su reinado absolutista. La religión estaba presente pero el poder ya no venía de Dios, sino de la nación.
La Constitución republicana de 1932, se constituye en una república de trabajadores. Sin rey y totalmente laica.
La Constitución de 1978 es una monarquía constitucional y el Estado es aconfesional. El Rey reina pero no gobierna y el poder viene del pueblo.
Reconocimientos y conmemoraciones
1. Estamos en plenos preparativos de los fastos para celebrar el Segundo Centenario de la Constitución de Cádiz 1812-2012. Los Reyes de España, se implican e impulsan los eventos. Pero se echa de menos que oficialmente se omita el nefasto reinado de Fernando VII. Recientemente, Bono el presidente de Las Cortes, alabó hasta la adulación el protagonismo del Rey en la España actual y sin embargo no ponderó el liberalismo y su funesto oponente regio ¿Por qué este temor a respetar el rigor histórico?
2. La II República Española constituyó un régimen legítimo, que por muchos errores que cometiera y muy imperfecto que fuera, nadie estaba legitimado para derribarlo y establecer un exterminio. Como bien dice el profesor Luis Palacios, Franco justificó la dictadura con la guerra civil, asumió todos los poderes y “creó reyes”. No obstante el rey Juan Carlos I, es un monarca constitucional. Su legalidad no le viene de la dictadura. ¿Por qué no se conmemora el día 14 de abril como día de la república española?
En el primero de los casos parece como si hubiera cierta prevención en reconocer el liberalismo español, como si fuera incompatible con el reconocimiento de los aspectos desfasados de la monarquía en general y los reinados de los Borbones en particular.
Y en el segundo caso entran los prejuicios de aquellos que aceptan la monarquía parlamentaria, pero no condenan el franquismo, y como consecuencia todo aquello que tenga que ver con la República, asumiendo de forma implícita el pensamiento de Franco, tampoco pueden reconocer la legitimidad del periodo republicano. El Rey, mantiene idénticos prejuicios referente a su pasado con la dictadura, que aún no ha condenado, y mantiene los complejos aún no superados del antagonismo monarquía-república. Mientras no se considere a ambos periodos igual de legítimos, el fantasma de la guerra y de las dos Españas, permanecerá vivo. Basta leer las dos constituciones para apreciar que en ambas se recogen los valores republicanos y liberales. El Rey ya no está ligado ni a Dios, ni a la institución monárquica histórica. Y el periodo de 1936 a 1975, es un periodo ilegal e ilegítimo; siendo la Constitución la única que restaura la legalidad quebrantada con el golpe militar del 18 de Julio de 1936.
INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA
Francisco Giner de los Ríos, estableció un proyecto de enseñanza diseñado para la convivencia social, sin tabúes y en tolerancia. Valores que hoy, no solamente están en vigor, sino que nuestro sistema educativo como respuesta universal, adolece de algunos. Ciertas instituciones, personajes y tradiciones son tabú en España. La Iglesia, el franquismo, la República y el laicismo.
El salir en defensa de la libertad le llevó a sufrir destierro en el Castillo de Santa Catalina en Cádiz. Esta privación le permitió hacer más hincapié si cabe en su proyecto. En 1876 creará la Institución Libre de Enseñanza. Ya en su cátedra y desde 1881 se consagrará para “sacar de cada alumno lo que podía dar de sí”. Unamuno le llamó “el gran partero”. Ambos tenían en común “la indagación de la verdad” a través de las interrogantes socráticas; situándose entre el pragmatismo y el panteísmo. Miguel de Unamuno en su libro sobre “Mi religión y otros ensayos breves” responde cuando le preguntan sobre este tema: “Mi religión es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad”. El propósito de Giner de regenerar el país a través de la educación, logró que el Consejo de Investigaciones Científicas fuera una realidad en 1910. Y el Instituto Escuela en 1918. La formación de hombres en libertad, honrados, nobles, cultos, útiles a la sociedad, era la levadura que fermentaría el abundante pan del progreso. Libertad inherente al “ser de razón”, sin dejarse manipular. Otros valores serían consecuencia de aquellos: la tolerancia social, el trabajo riguroso y la disciplina como valor positivo y eficaz. Su amor por la naturaleza le llevará a propiciar una ecología, adelantándose al contenido ecológico antes de que apareciera el término actual. Josefina Aldecoa fue una impulsora de las ideas de la ILE, hasta su muerte el 16 de marzo de 2011. Para Giner de los Ríos es realista el planteamiento de que: “La vida es seria, ni triste ni alegre”. Las palabras que de él dijo Américo Castro, “para llegar a lo mejor de España, Giner procuró alejarse de lo peor de ella”, bien podrían ser un apropiado parámetro para analizar el método de enseñanza del cual se ha dotado el Estado después de seis lustros de democracia.
Una consulta a los Estatutos de la Institución Libre de Enseñanza, es obligada si se desea profundizar más en el contexto social. De sus 21 artículos, el título II De la Institución, su contenido no puede ser más elocuente:
Art. 15. La Institución libre de Enseñanza es completamente ajena a todo espíritu e interés de comunión religiosa, escuela filosófica o partido político; proclamando tan sólo el principio de la libertad e inviolabilidad de la ciencia, y de la consiguiente independencia de su indagación y exposición respecto de cualquiera otra autoridad que la de la propia conciencia del Profesor, único responsable de sus doctrinas.
En principio, España no tiene un diseño de educación que sea el producto de un Pacto de Estado. A pesar de disfrutar de una democracia constitucional, bien es verdad que la religión no es ajena de facto a la realidad política. Los acuerdos contraídos con la Santa Sede se pactaron in extremis, mientras la sanción de la Constitución los estaba invalidando. La mención inoportuna pero con intención, de la Iglesia Católica en nuestra Carta Magna, ha dado pábulo a la Iglesia para sacar partido al maridaje de la Iglesia con el Estado y a la alianza trono-altar. Este status es mantenido y propiciado por la derecha española que anclada en el franquismo, todavía sin condenar, evita cualquier pacto nacional por la educación. El artículo 15 de los estatutos de la ILE, trataba de evitar que la religión en España siguiera infiltrada en la educación. Con la democracia el clero ha perdido, el púlpito y el confesionario, que le otorgó el nacionalcatolicismo, pero sigue presente en la Universidad, con sus capillas y capellanes. El Opus Dei recibe financiación pública y segrega a los alumnos por sexos. Con los impuestos de los españoles pagamos la asignatura de religión que se imparte con profesores aceptados por el ordinario del lugar. Boicotean la asignatura de la Educación para la Ciudadanía. Se permiten desarrollar misas-mítines donde se pone en duda la legitimidad para legislar del Gobierno, sobre materias ligadas a sus intereses. Y sin ausentarse del mundo de la educación y la enseñanza, la religión infiltrada y disfrazada, trata de bloquear aquellas disciplinas que buscan la felicidad y la mejor salud del ciudadano, desde la anticoncepción hasta la eutanasia, aunque algunos sólo sean temas de debate. Mientras la religión esté presente en la vida política de España, jamás podremos contemplar un pacto nacional por la educación. Es una utopía buscar un consenso con quienes todavía no han condenado el régimen del nacionalcatolicismo y del nacionalsindicalismo. Es un error demorar una ley (Libertad Religiosa) para buscar el momento más oportuno (amplio consenso). Justificar una demora en aras de la oportunidad, es negar el valor pedagógico de las leyes. ¿Cuándo llegará el momento de que la derecha actual de España firme un pacto por la enseñanza? Con el objetivo de organizar la educación de los españoles como si Dios no existiera. Los días que le tocaron vivir a Giner de los ríos fueron más adversos, pero la educación de un pueblo no podía esperar. La libertad es un concepto muy difícil de digerir por los conservadores…
Reinado de Isabel II
(Escuela del Liberalismo Español)
A pesar que esta semana no se nos ha marcado un tema sobre el cual trabajar, esta lección me ha permitido aclarar no pocas lagunas y otros aspectos simplemente ignorados. Es mi voluntad presentar este esquema sobre el cual he trabajado.
- Ley Sálica y Los Carlistas.
- Guerras Carlistas.
- Alternancia entre liberales y absolutistas. El rol de los militares y políticos civiles.
La Ley Sálica tiene su fundamento en impedir que las infantas accedieran al trono, en tanto hubiese descendencia masculina en rama directa o colateral familiar. A la muerte de Fernando VII, queda como regente su esposa la reina María cristina. Acudiendo a la Ley Sálica, el hermano del rey Carlos María Isidro, proclama sus derechos dinásticos en el “Manifiesto de Abrantes”. No obstante la Pragmática Sanción de 1789 restauraba la “costumbre inmemorial” de que: “Si el Rey no tuviera hijo varón, heredaría el reino la hija mayor”. Esta sanción fue publicada en un Real Decreto a los tres días del nacimiento de la que sería la reina Isabel II. Declarando que concedía a su hija: “los honores como al Príncipe de Asturias, por ser mi heredera y legítima sucesora de mi Corona…” Los liberales apoyaron a Isabel, bajo la regencia de su madre. El Carlismo, sin embrago, se creó al albergue de los partidarios del heredero al trono, que ya denominaban como Carlos V; manteniendo su apoyo a la monarquía cuyo rey ostentaba el poder absoluto.
Las Guerras carlistas son las consecuencias del conflicto dinástico y la adhesión a posturas encontradas: Carlistas conservadores absolutistas partidarios de Carlos María Isidro, enfrentados a liberales y progresistas, partidarios de Cristina e Isabel:
- Primera Guerra Carlista (1833-1840). Se lleva a cabo en Las Vascongadas. Intervienen los generales carlistas Tomás de Zumalacárregui y Ramón Cabrera.
- Segunda Guerra Carlista (1846-1849). Tuvo lugar en Cataluña. Los Matiners combatieron con partidos de ideología republicana. Produciendo el Abrazo de Vergara el general Espartero (Cristino) y el general Maroto (carlista).
La Alternancia de liberales y absolutistas, dio lugar a la formación del liberalismo, el constitucionalismo y la democracia; participando en esta dinámica el ejército a través de generales insignes y otros menos memorables. Políticos nobles y burgueses con aportaciones, algunas muy significativas, y otras poco acertadas. Y en ambos colectivos se significaron con las tendencias liberales y conservadoras. Ninguna opción era exclusiva de militares o civiles. Los hitos muestran que el recorrido del siglo XIX ha sido para España un auténtico laboratorio social, político, militar; sucediéndose situaciones desde el más puro constitucionalismo liberal, hasta el conservadurismo monárquico más absoluto. Mi reflexión personal me lleva a contemplar que, casi todo el siglo XIX fue como un gran taller de aprendizaje, de una patria común que todos deseaban que avanzara; contrastando las posturas conservadoras con las liberales. Pero la piedra angular está en la Constitución de Cádiz de 1812, que a pesar de la oposición regia, va superando escollos hasta crear un patrimonio liberal netamente español que yo ignoraba.
La Revolución Liberal de 1854: “La Vicalvarada”
Los datos resumidos son: Sublevación de O`Donnell (Junio-Julio 1854), que dio paso a la Revolución, cuya Constitución no se llegó a promulgar. El 13 de junio O`Donnell más los generales: Dulce, Ros del Olano y Messina, salieron de Madrid con dirección a Alcalá, Torrejón y Vicalvaro. Tuvieron enfrentamientos con las tropas gubernamentales, mandadas por el general Blaser (30 de junio). El resultado de la batalla fue indeciso. O’Donnell se retira a Aranjuez y Blaser a Madrid. El éxito se propaga a través del Manifiesto de Manzanares (4 de julio), redactado por Cánovas del Castillo, extendiéndose la revolución por toda España, entrando en Madrid O’Donnell y Esparteros. Este hecho es destacado por Marx; haciendo un paralelismo entre la revolución española de julio de 1854 y la de Francia de 1848; afirmando que ambas revoluciones serían el germen de la futura “revolución europea”. El bienio liberal (1854-1855) permitió completar la revolución burguesa con leyes importantes: de sociedades, general de ferrocarriles, de minas y de desamortización. Y con el gobierno Narváez en el siguiente bienio (1855-1857), hay que destacar tres hechos importantes: La Ley Moyano en educación, la Ley Hipotecaria (riqueza agrícola) y el primer Censo general de población y de Nomenclátor de los pueblos de España.
Una colección de viñetas de la época muestran de forma muy ilustrativa y no exentas de cierta pedagogía, cómo tuvo lugar esta revolución liberal. Explicando al pueblo llano las motivaciones que impulsaron tal pronunciamiento: “que vuestros ministros responsables, exentos de moralidad y de espíritu de justicia, huellan (pisotean) las leyes y aniquilan una nación harto empobrecida, creando al propio tiempo con el ejemplo de sus actos una funesta escala de corrupción para todas las clases del Estado”. Esta narración plástica y seriada de imágenes dibujadas a lápiz, suponen un especie de manual del patriota, ante la tiranía. Comienza con alegorías e iconos de la justicia, la libertad y la verdad. Los mensajes están escritos en ripios populares: “De Vicálvaro en los prados se baten los pronunciados”. Alude al himno de Riego como exaltación patriótica, considerado como el primer himno nacional. Otro pareado ripioso delata a los municipales inmorales: “Son reducidos a astillas los puestos de los guindillas”. Guindilla era el nombre despectivo que se daban a los agentes de policía. Esta colección de viñetas supone también un medio de libertad de expresión y de comunicación telegráfica. Sencillo, breve, directa y popular; sintonizando muy bien con el público objetivo. Todos los versos en una misma composición se configuran como una auténtica crónica de los hechos. Mencionan la participación de la mujer: “Una mujer varonil desarma un guardia civil”. Hay mensajes que son muy claros y expresivos: “El pueblo bien se defiende de la tropa que le ofende”. El liberalismo está presenta expresamente en otros: “Se entusiasman los leales con proclamas liberales”. Y “El pueblo lleno de gloria saborea la victoria”.
Sin duda la figura del general Espartero yergue su liderazgo. Para reafirmar su perfil popular, en la zarzuela “La Gran Vía”, estrenada el 2 de julio de 1886, se establece este diálogo cantado por dos personajes:
“...y un poquito más abajo,
según dice el caballero,
se verá dentro de poco
el retrato de Espartero.
—¿El torero?
—¡Qué, torero!,
el valiente general,
el patriota de vergüenza,
y constante liberal.
—¿Liberal?
—Liberal!
—¡Ahora no hay de ese percal!”
Bibliografía consultada: ESPAÑA DEL LIBERALISMO A LA DEMOCRACIA de Luis Palacios. Gran Enciclopedia Larousse y discoteca particular.
EL LIBERALISMO ESPAÑOL (Conceptos: liberal y reaccionario)
La constitución de la Cortes de Cádiz de 1812 marca un hito en la historia de España. A partir de esa conquista ya nada será igual en el devenir de la monarquía. Es una de las consecuencias de la Revolución Francesa y del vacío de poder que se produjo, con la invasión de Napoleón y la ausencia del rey Fernando VII. En san Fernando de Cádiz venciendo todas las dificultades de distancias y de país invadido, logran reunirse Las Cortes con representantes de la península y de las colonias, para establecen una constitución, cuyo valor supremo es la libertad. Y este concepto tiene un valor universal que abarca a ambos hemisferios del mundo hispano. Todos los españoles constituyen la Nación española. La Nación es libre e independiente; quedando al margen toda propiedad o tutela de ningún ente ajeno a la misma; incluyendo la institución monárquica. Como consecuencia la soberanía reside esencialmente en la Nación y el derecho de establecer sus leyes fundamentales. Y en el Artículo 4 La nación está obligada a proteger la libertad civil, la propiedad y demás derechos legítimos. Sin abundar más en detalles del texto constitucional, estos conceptos constituyen una revolución (burguesa) en referencia a la situación inmediatamente anterior. Nada que ver con la Constitución de Bayona propuesta por Napoleón y su hermano. Fue la expresión de la realidad del momento: Iglesia, nobles, ejército y quizás algún ilustrado. A partir de este acontecimiento, comienza en España un largo camino de libertad bajo la denominación de El Liberalismo. Frente a esta nueva forma de entender la convivencia entre los españoles, permanecía la persistencia de Fernando VII, anclado y encorsetado en la monarquía absolutista. Es decir, una postura reaccionaria frente al progreso, con vocación de perpetuarse en el poder otorgado por la gracia de Dios. Es evidente que esta situación creó dos formas diferentes y antagónicas de gobernar a los españoles: Los liberales basados en que la soberanía la tenía el pueblo, y los tradicionales o conservadores, que deseaban continuar con la vieja alianza trono-altar, con el poder más o menos absoluto dado por Dios al monarca de turno. La tiranía de los retrógrados dejó infinidad de víctimas, mártires de la libertad. El general Torrijos y Mariana Pineda fueron ejecutados en 1831. Esta heroína inmortalizado por García Lorca, cometió el delito de bordar sobre una bandera española las palabras de: Ley Libertad e Igualdad. Las dos Españas así comenzaron su andadura en el siglo XIX. En conflicto permanente entre la Filosofía que defendía La Ilustración y la religión Católica Apostólica y Romana, que se guiaban por la fe. Los liberales deseaban gestionar la realidad social conforme a la razón. Es decir, como si Dios no existiera para los asuntos de este mundo. Sin embargo, los reaccionarios querían mantener la idea medieval de imponer al pueblo la Ley de Dios, interpretada por la clase sacerdotal. Estas dos formas de entender la gestión política de los españoles, han sucedido con alternancias de libertad, tiranía y cambios revolucionarios. En este periodo tuvieron lugar guerras dinásticas y sucesorias al trono, dictaduras y repúblicas. Pero no hay duda de que ha sido una escuela de aprendizaje, donde todos hemos ido aprendiendo las maneras de convivir; abandonando los absolutismos conservadores y reaccionarios; adoptando conductas conforme a la libertad inalienable del hombre; homologándose España con su entrono europeo y mundial. Pío Baroja escribía, "el reaccionario es un tozudo y el liberal es muy inconsistente y muy volátil". Quizás tenía razón.
Bibliografía consultada: ESPAÑA, DEL LIBERALISMO A LA DEMOCRACIA (1808-2004) Luis Palacios Bañuelos. CONSTITUCIÓN DE BAYONA DE 1808. CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ DE 1812. MARIANA PINEDA 1925 Federico García Lorca.
La dimensión religiosa de la guerra de la Independencia
Antes de abordar la dimensión religiosa de la ocupación francesa y la resistencia española, es preciso identificar el perfil del invasor. La Revolución Francesa de 1789 marcó un hito en el mundo, sobre todo en Europa. Fue una revolución burguesa pero radical en sus valores y principios. Se consumó después de germinar la semilla de pensadores y filósofos que venían de la Ilustración y el enciclopedismo. Fue un jaque mate, no solamente a la monarquía absolutista, sino a la Iglesia. El nuevo Estado, aunque de corte burgués, aposentó sus cimientos sobre la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano. Napoleón asumió estos nuevos valores, pero lleno de contradicciones. No conforme con resucitar la monarquía, se hizo coronar emperador y proyectó su impero a una parte importante de Europa. Y esta fue su carta de presentación al cruzar los Pirineos. España, sin embargo, venía de haber hecho la Contrarreforma al lado de Roma, y el emperador Carlos de apoyar al papado en el concilio de Trento. Y conducidos por la eterna alianza trono-altar, desde la Edad Media, permanecimos al margen de la Reforma de Lutero y Calvino, de los valores del Renacimiento y de la Ilustración, donde los caminos de la razón y de la fe, configuraban mundos diferentes. Y así llegamos al absolutismo del rey Fernando VII, donde la religión era un valor fundamental: Dios, patria y rey, era un triángulo perverso, superado ya en gran parte de Europa. Esta es la España que se encontró Napoleón y su hermano José Bonaparte. Es preciso, para analizar el valor de la religión en un pueblo, antes observar qué papel cumple su mandato moral en la sociedad. Se contemplan los profesionales de la religión, es decir la jerarquía eclesiástica y el clero. La clase sacerdotal, lejos de cumplir con las estrictas normas impuestas, usan y abusan de privilegios de todo tipo en connivencia con el poder monárquico. Al lado del Rey estaban los nobles; habiendo jurado lealtad al soberano, entre otras cosas porque el poder le venía del mismo Dios. Pero su conducta dejaba mucho que desear si se sometía a examen de conciencia. El maridaje Iglesia Estado funcionaba eficazmente, porque la alianza trono altar, tenía la bendición divina. Pero era un matrimonio de conveniencia. Después estaba el pueblo, como eterno heredero de la sociedad medieval. La religión era la herramienta más eficaz para domesticarle: el púlpito, el confesionario y los seminarios. Este triángulo social estaba sustentado por el brazo armado de la patria. Los ejércitos al servicio del Rey, para la defensa de los enemigos exteriores; preparándose para el difícil arte de la guerra. Es evidente que cualquier reacción que los españoles tuvieran contra la invasión de las tropas de Napoleón, debía de ser en base a sus valores patrios, religión (Dios), monarquía (Rey) y orgullo de pertenecer a España y su historia. La reacción del pueblo español no prevista por Napoleón, sin embargo, era las más verosímil; conociendo la idiosincrasia de los hispanos de 1808. Los valores que pretendía exportar el emperador francés, no podían ser asumidos nada más que por una minoría, los llamados afrancesados, el resto seguía anclado en la patria, organizada como Dios y la tradición mandaban. Y con esta estructura se libraron las mil y una batalla, que provocaron las mil y una guerrilla, y por supuesto las mil y una emboscada; resolviendo el vacío de poder con las armas que el pueblo disponía: Dios, la Virgen y no pocos milagros; ayudando el clero con sus pláticas y devociones para enardecer los corazones de los españoles, para que no decayera el odio y la venganza contra los franceses. Implicando a la mismísima Virgen del Pilar en la independencia del suelo patrio.
“El ser de” España
Si me tuviera que remitir a mi educación de los años cincuenta, España era: “Una empresa común en lo universal”, además era Una Grande y Libre. Y también me ensañaron que tenía “tres madres”: La madre patria, la madre del cielo y la madre que me dio el ser. Pero pasaron muchos años y en 1979, tuve la oportunidad por razones de trabajo de visitar Estrasburgo. Allí paseando por la gran plaza Kléber, pude contemplar una fila interminable de banderas de Europa y entre ellas, la bandera española. Había sido colocada entre las demás hacía muy poco tiempo. España había sido admitida en el Consejo de Europa, y aún quedaban las huellas de la visita del Rey de España. Y cuando me di cuenta el trabajo que había costado que ondeara aquella bandera, como símbolo de mi patria, de la Constitución y del Rey, no pude evitar el echarme a llorara como un niño. Lejos de ocultarlo, siempre lo cuento cuando viene al caso. En aquellos tres meses que pasé en el país galo, puede comprobar dos aspectos, que me ayudaron a comprender el significado de estos símbolos: En primer lugar la transición que se estaba produciendo en España, era mejor vista y con más optimismo por la prensa y la opinión pública francesas, mientras que nosotros los españoles teníamos una tendencia más negativa y pesimista. Y descubrí que cuando los españoles cruzábamos la frontera, no todos nos reconocíamos como miembros de una sola patria, España. Bajo una única bandera, el Rey y la Constitución de 1978. No eran símbolos indiscutibles e inequívocos. Hubieron de pasar treinta años para que, al menos en lo deportivo, los españoles nos reconozcamos representados por la bandera y el país, no me atrevo a mencionar ni la palabra nación y mucho menos la palabra patria. Pero volviendo a mi estancia en suelo francés, tres meses del año 1979, lejos de confirmar mis complejos y mis prejuicios como súbito español que no ciudadano, descubrí que “España no era diferente”, como había predicado el franquismo, y que los españoles debían ir por el mundo con sus defectos, pero también con sus virtudes que no eran escasas. El termómetro me lo brindaron mis colegas franceses y en no pocas ocasiones me sentía superior y en muchos aspectos con más recursos para la creatividad, la iniciativa y la improvisación. No hay duda que ahora estoy más preparado para asumir la respuesta al título de esta introducción: “El ser de España”. Estoy empeñado en deseducarme por completo de aquella España que sin saber a qué se dedicaba como empresa, tenía un destino en el universo, porque el hombre, es decir yo mismo, era portador de valores eternos… Mis seis años en Cataluña, consciente de que no me había ido de mi país, descubrí lo importante que era para los catalanes su lengua materna. Y la lectura del Quijote en su centenario, después de muchos intentos en mi juventud, marcó un antes y un después en la compresión del universo hispano. No hay duda que aprovecharé la oportunidad que me brida esta asignatura para conocer mejor la historia de España, mi patria.
TRES ENCICLOPEDIAS
PARA “UNA MISMA HISTORIA”
República 1936
Post-Guerra1940
Dictadura 1956
Navegando por las cincuenta pantallas que sirven de introducción al periodo establecido en la asignatura (1808-2004), he tratado en encontrar reflejados los hechos más significativos en tres enciclopedias, que corresponden a tres periodos consecutivos: La Enciclopedia editada después de cuatro años de la proclamación de la República. La Enciclopedia de la postguerra con el aval del imprimatur del obispo de Huesca, huella del nacionalcatolicismo. Y por último la Enciclopedia del franquismo de los años cincuenta. Los orígenes, los hitos, las gestas, los héroes, los reyes, el patriotismo, el arraigo y la defensa de lo nuestro frente al invasor, ha sido una constante en el devenir del pueblo español. De este análisis de historiador aficionado y doméstico, he sacado la siguiente conclusión: Mi padre nació en 1915 y sin embrago compartió conmigo a Don Gabriel, como maestro de escuela, habiendo nacido yo en el año 1944. La Historia de España que contaron a mi padre, me la contaron también a mí. Y también la que contaron a los hermanos más pequeños de mi padre durante la República, y por lo que se desprende del contenido de esta Enciclopedia, todos tuvimos la misma información. No obstante la Historia que me contó Don Gabriel en los años 50 con la Enciclopedia de la época, es la misma aunque exagerando las glorias imperiales próximas al franquismo; influenciado por su homologación con el régimen. Cada una de las tres enciclopedias recoge en sus respectivos capítulos dedicados a la Historia de España, un resumen del contenido de las diapositivas antes mencionadas. Es verdad que al llegar al 18 de julio de 1936, los textos presentados en las dos últimas, no soportan el rigor del historiador menos avezado.