Pieza teatral de Jerónimo López Mozo
Representación en el Ateneo de Madrid
En esta época el conservadurismo político siembra por todas partes el negacionismo más vergonzoso del
genocidio español, ocurrido en
la reciente Historia de España. La puesta en
escena de este texto es oportuna y reivindicativa, que nos hace reflexionar sobre
nuestra tragedia colectiva y personal. Execrable olvido de la Memoria Histórica por parte de los vencedores y también de los
vencidos, que siendo víctimas del golpe
de estado perpetrado contra la República, se avinieron al consenso de la Transición; amordazando al pueblo y dejando impune los crímenes franquistas.
Abordar este periodo histórico es ardua tarea, porque la equidistancia entre
vencedores y vencidos, entre verdugos y víctimas, supone un equilibrio imposible de mantener. Hay que exponer
los hechos y dejar el análisis a cada cual
y su conciencia, porque los hechos son irrefutables. En este sentido el autor
de esta pieza teatral pone en escena a los personajes en permanente diálogo con su álter ego y con su pasado. No creo que haya sido fácil para el director montar en un mismo escenario
secuencias distantes en el tiempo; narrando una historia colectiva y al mismo tiempo
personal.
Noventa minutos desgranados sobre un sinfín de diálogos; expresando críticas, declaraciones,
descalificaciones y reproches, cargados de ideología política. Podríamos pensar que el autor ha presentado el relato del desencuentro
de dos mujeres: Victoria Kent y Clara Campoamor. La presentación, nudo y desenlace de este episodio tiene lugar guardando
un paralelismo con la proclamación de la República, su desarrollo constitucional, conflictiva
decadencia y desaparición por el golpe
militar. Mientras, en el transcurso de la representación los seis personajes van describiendo los valores
republicanos preñados de libertad;
reivindicando la igualdad entre el hombre y la mujer ante el sufragio universal.
En el ocaso de su vida se atisba la reconciliación entre estas dos mujeres, después de vivir el exilio y dictadura. Al
final de la obra añoran su época de
diputadas pero ya no discrepan sobre los valores republicanos incorporados a la
Constitución en la era
democrática.
Como espectador he sido gratamente
sorprendido con la interpretación de las cuatro actrices. Los cuatro personajes solapan
los plano del pasado con el presente, manteniendo diálogos cruzados donde la historia es capaz de modular
los puntos de vista aunque los criterios sigan firmes. El grupo teatral LA
CACHARRERÍA ha brillado con luz propia en el Ateneo de Madrid.
Pedro Taracena
Fotógrafo y periodista